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Daniela Patricia, una niña cubana de siete años frente al laberinto de las cortes migratorias de Estados Unidos | Inmigración en Estados Unidos

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La vistieron con una bata blanca y, sobre el cabello rizado, le colocaron un cintillo de flores. Daniela Patricia Ferrer Reyes, de siete años, entró al edificio de la Corte de Inmigración de Dallas (Texas) como quien llega a un castillo. “Mi hija parecía una princesa”, cuenta su madre, Liettys Rachel Reyes. “La elogiaron muchísimo en el tribunal, le decían que eso era, una princesa. Y así la veo yo”. La familia había salido de su casa en la ciudad de Amarillo, al norte del Estado, cerca de las cinco de la madrugada, tiempo suficiente para hacer el camino hasta la corte donde tendría lugar la primera audiencia de la niña para presentar su caso migratorio, su primer encuentro con la justicia estadounidense desde que entró al país en 2022.A la una de la tarde del pasado 31 de marzo, Daniela ocupó el banquillo de madera frente a la jueza. Luego llamaron a su mamá para que se sentara a su lado. “Lo primero que pidió la jueza fue que le explicara por qué la niña entró por la frontera, por qué la había sacado de Cuba”, recuerda Reyes, de 33 años. La madre, activista política de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), llegó a Estados Unidos cuando Daniela tenía poco más de un año, en 2019. Para ese tiempo, Reyes era la esposa de José Daniel Ferrer, el líder opositor más importante del oriente cubano, quien quedó al cuidado de la niña mientras la madre regularizaba su estatus en Estados Unidos.Con una vida como disidente, Reyes tuvo que pagar el precio de enfrentarse cara a cara con el régimen cubano: no solo había sido amenazada y perseguida por sus ideas políticas, o había presenciado las constantes detenciones y golpizas a Ferrer y otros miembros de la UNPACU, sino que le prohibieron salir de la isla cuando en 2018 fue invitada a Europa a exponer las violaciones de derechos humanos por el entonces Gobierno de Raúl Castro. Ante la negativa, la joven entró en huelga de hambre junto a otros activistas privados de salir del país. El día que pudo finalmente viajar, y tras el aviso de que a su retorno iba a ser encarcelada, Reyes no regresó más. Se asentó en Texas.Eso era lo que trataba de explicar a detalle ante la corte de migración de Dallas, con la ayuda de una intérprete y delante de una jueza que no dejaba de interrumpirla, de buscarle el error, de rectificar fechas y verificar que fueran exactas, según cuenta Reyes. “Apenas me dejaron hablar, me interrumpieron unas seis veces”, asegura. “Si fuerte era la jueza, más fuerte era la traductora. Me decía: ‘Señora, por favor, hable más despacio, no la entiendo, necesito que sea concisa, precisa en lo que está diciendo’. Me llevaron fuerte y contra la pared. No te puedo explicar lo que sentí cuando me empezaron a cuestionar tanto, de atrás para adelante y de adelante para atrás, sin dejarme explicar todo lo que la niña pasó en Cuba”.Daniela Patricia (izquierda) y su madre, Liettys Rachel Reyes.CORTESÍAEn el banco de madera, Daniela permanecía callada, la barbilla sobre el pecho, la cabeza gacha. Ese lunes tuvo que faltar a la escuela para asistir al tribunal, un lugar distante y frío, donde había otros niños y otros padres, todos ellos nerviosos, a punto del colapso. La niña escuchaba atentamente, consciente de lo que la jueza y Reyes discutían. En un momento dado le apretó la mano a su mamá y la miró fijamente, con miedo. Reyes le pidió que tuviera calma, que todo marchaba bien. “Sentía que me pedía a gritos: ‘Mamá, sácame de aquí‘. Me apretaba la mano como para que me la llevara”, cuenta la madre. “Ella sabía lo que se estaba hablando, sabía que estaban hablando de deportación, pensó que la iban a sacar del país”.La jueza se dirigió una vez más a Reyes y preguntó: “La niña permanece ilegal en los Estados Unidos, ¿usted sabe que tiene que escoger un país deportable para su hija?” La madre no se detuvo para responder: “Disculpe, señora jueza, pero no estoy de acuerdo con que mi hija sea deportada para ningún país, porque es una niña”, le dijo.Daniela tiene hasta noviembre para recopilar pruebas, presentar un caso de asilo político y acudir por segunda vez a la corte con un abogado que la defienda, según ordenó la jueza. Su madre ha estado pidiendo ayuda para encontrar uno, que pueda guiarlas cuando Daniela se enfrente nuevamente con la justicia. “Mi hija solo tiene siete años de edad, no puede defenderse en un caso de asilo en una corte”, insiste Reyes.Según el Consejo Americano de Inmigración, muchos son los niños que en los últimos años han tenido que navegar sus procesos migratorios sin representación legal. El 95% de los menores que tiene abogados asiste a sus audiencias ante la corte, pero solo el 33% de los que no tienen se presentan ante el juez, una ausencia que luego puede terminar en la deportación de los niños.El letrado Jonathan Shaw, que ha visto muchas veces a menores solos ante los jueces, explica que, como se trata de un proceso administrativo, el gobierno no está obligado a garantizar representación legal a los menores de edad. “El procedimiento de inmigración es diferente a los procesos criminales, donde el Estado puede proveer un abogado de manera gratuita”, dice. Y los altos costos que hoy cobran los letrados basta para que algunas familias ni siquiera valoren la posibilidad de contratar uno para sus hijos, asegura Shaw.La situación han empeorado en los últimos meses, después de que la Administración de Donald Trump anunciara que retiraba la suma de 200.000 dólares anuales destinada a organizaciones que ayudan con asistencia legal a unos 26.000 menores migrantes. Aunque la medida fue revocada por una jueza este mes, ya el mensaje está enviado: entre los millones de ilegales que el Gobierno quiere expulsar del país, los niños no son la excepción.El miedo a que deporten a Daniela de vuelta a CubaAnte la jueza, Reyes hizo lo mejor que pudo para justificar por qué no es una opción que Daniela vuelva a Cuba. “No puede estar sola, sin su madre. No puede regresar a Cuba porque va a ser constantemente amenazada, reprimida en la escuela por los propios maestros. Mi hija allí no tiene seguridad porque el padre no la tiene. Él fue excarcelado hace apenas dos meses y en cualquier momento puede volver a la prisión, porque está peleando de frente con la dictadura cubana”, insistió la madre.Hasta que tuvo cuatro años, Daniela vivió con su padre. Más de una vez, vio cómo lo llevaban a prisión, cómo allanaban su casa en el barrio de Altamira, en Santiago de Cuba, cómo los constantes cercos policiales les impedían desplazarse en la ciudad. Hubo un día en que su papá salió y no volvió más. Fue el 11 de julio de 2021, cuando Ferrer se sumó a los miles de manifestantes que protestaron como nunca antes contra el Gobierno cubano. El líder opositor salió de la cárcel casi cuatro años después, luego de que el régimen se comprometiera a excarcelar más de 500 presos políticos tras mediaciones de El Vaticano y la promesa del Gobierno de Joe Biden de retirar a la isla de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. No era la primera vez que Ferrer pisaba las celdas del castrismo: fue uno de los 75 presos de la llamada Primavera Negra que Raúl Castro excarceló en 2010, tras diálogos con la Iglesia Católica y el Gobierno español de José Luis Zapatero.Pero para la corte, esa explicación no fue suficiente. “No sé quién es José Daniel Ferrer”, le replicó la jueza. La joven le sugirió que verificara en internet todo lo que decía: que el padre de la menor era uno de los más conocidos y mediáticos disidentes cubanos, por quien muchas organizaciones internacionales estuvieron exigiendo su liberación. Pero la magistrada fue directa y escueta: “No, yo no tengo que buscar nada”.Una protesta antigubernamental frente al capitolio de Cuba, en La Habana, en julio de 2021.Ernesto Mastrascusa ((EPA) EFE)Al rato, Reyes estaba afuera de la sala rota en llanto. Temblaba, tenía los labios pálidos, la voz entrecortada. “No pude parar, por la frustración, la impotencia”, cuenta. “En la corte había mucha gente siendo humillada frente a sus niños. Es muy fuerte lo que se vive”, asegura.Tras su experiencia en el tribunal de Dallas, Reyes teme que, un día cualquiera, las autoridades le arrebaten a Daniela de las manos, después de todo lo que costó tener a la niña consigo. La madre comenzó a preparar la travesía de su hija cuando supo que a Ferrer, ya preso, iban a tardar en dejarlo ir. “Mi idea siempre fue sacar a la niña por reunificación familiar, ponerle una reclamación y que saliera legal de Cuba”, cuenta. “No queríamos que se sometiera al peligro de una travesía por la frontera. Pero cuando vi todo lo que estaba pasando en la isla me puse muy mal, José Daniel estaba encarcelado, sin indicios de que lo soltaran, y ahí tomé la decisión de sacar a la niña junto a mi hermana, que estaba embarazada”.Tras un vuelo a Nicaragua y una travesía que las condujo hasta México, Daniela y su tía arribaron a Estados Unidos el 21 de agosto de 2022. Ambas fueron admitidas en el país con el estatus I220-A, una “Orden de Supervisión” otorgado a unos 400.000 cubanos tras su llegada a la frontera, que les impide beneficiarse de la Ley de Ajuste que por años ha permitido regularizar a generaciones de cubanos. Es por ello que ahora la pequeña Daniela tiene que presentar un caso de asilo político.Será un proceso largo, que puede durar desde meses hasta varios años. Un calvario para tanto Daniela como su madre, quien entre todas las preguntas que le hizo la jueza de Dallas, recuerda una con particular nitidez: “¿Usted sabe que la niña puede ser deportada por una orden mía en cualquier momento?”. Es el mayor temor de la niña, asegura Reyes. “Su gran miedo es que me vuelvan a separar de ella, me lo dice todas las noches”.


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