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El papa Francisco: siempre en la hoguera | Internacional

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Se ha rezado mucho para que Dios se llevara a su lado, cuanto antes, a Francisco. La siembra de la discordia empezó apenas encumbrado al pontificado, promovida con descaro por cardenales de relumbrón. En la historia ha habido papas terribles, varios asesinados, algunos asesinos y muchos auténticos bribones. También los hubo extraordinarios. Francisco lo iba a ser, dado su prestigio cuando fue elegido. En cambio, hay que remontarse un par de siglos para encontrar un pontífice que haya sido atacado con tanta virulencia. El 10 de septiembre de 2015, la revista estadounidense Newsweek le dedicó su portada con este título: Is the Pope catholic? “Claro que es católico, pero no lo sabrías tan solo leyendo los recortes de prensa”, subtituló el informe. Comparaban los discursos del pontífice argentino, y sus actitudes, con las palabras y la vida del arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone. “Los dos no pueden pertenecer a la misma Iglesia”, concluía la revista.“Es cristiano quien obedece al Papa”, dice el catecismo del jesuita Roberto Belarmino, el inquisidor que maquinó los procesos contra Giordano Bruno y Galileo Galilei. ¿Quién hace caso ahora? Desde 2015, eclesiásticos de muy variada jerarquía vienen redactando el informe Denzinger-Bergoglio “sobre las desviaciones doctrinales del Obispo de Roma”. El huracán Bergoglio, lo llaman. Acumulan ya 160 estudios y casi 2.000 páginas. Hacen honor al compendio elaborado a finales del siglo XIX por el teólogo alemán Heinrich Denzinger sobre las proposiciones condenadas como heréticas hasta entonces. A Francisco llegan a tacharlo de hereje o comunista, incluso de antipapa. Rara vez contestó a sus críticos. “Tienen tristeza en el corazón, tengo compasión de ellos. Son loquitos que aprovechan la menor ocasión para morder”, dijo en marzo de 2022.Antes de hurgar en los motivos que han suscitado tanta inquina, conviene subrayar que, mientras no se corrija la idea de que la Biblia es “palabra de Dios”, como se dice a diario en las misas, cualquier reforma choca con la tradición doctrinal. Por ejemplo, Francisco dijo que quién era él para juzgar a los homosexuales. Hay 23 versículos en los que el libro sagrado los execra. “Si alguno se acuesta con varón, los dos han cometido abominación y han de morir”, proclama el 20:13 del Levítico.El papa Francisco camina para reunirse con los artistas del Belén viviente de la Basílica de Santa María la Mayor en el Vaticano, el 16 de diciembre de 2023.CLAUDIO PERI (EFE)Las razones de la furia son, sin embargo, más desvergonzadas. Durante décadas, el Vaticano sostuvo que las noticias sobre la pederastia entre eclesiásticos eran campañas de medios anticlericales o de poderes enfadados con el Papa de turno (en Estados Unidos, por haberse opuesto el Vaticano a la guerra de Irak). Llegó Francisco y cambió el discurso, desvelando cándidamente que, por ejemplo, los abusos a menores en los Legionarios de Cristo habían sido silenciados durante décadas por Juan Pablo II. También que el cardenal Ratzinger, futuro Benedicto XVI, había acudido al despacho del papa polaco con el dosier de los escándalos y regresó con la orden de guardar la carpeta hasta mejor ocasión. Habían ganado los malos. “Quien los tapó era una mafia, ellos no eran Iglesia”, concluyó el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, cardenal João Braz de Aviz. Terrible.Los obispos aceptaron de mala gana las consecuencias de la política de tolerancia cero, que exigía reconocimiento público de culpas, atención a las víctimas y reparaciones económicas. Francisco tenía que haber tomado el nombre de Adriano cuando fue elegido, apuntó un prelado malhumorado. Fue Ratzinger, en su retiro, quien ideó la travesura. Adriano de Utrecht, elegido pontífice el 9 de enero de 1522 sin estar presente en el cónclave, cuando llegó desde España a tomar posesión del cargo, reunió a los cardenales y les gritó: “¡Sois todos unos bribones!”. Las calles de Roma se llenaron con carteles ofensivos. Adriano VI duró en el cargo apenas un año. Su divisa no fue distinta de la del papa argentino: reorganizar la curia, ejemplaridad y austeridad. Y una idea fuerza: “En Roma empezó el cáncer, aquí debe ser extirpado”.


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