El Bolero es una máquina. Así definió Maurice Ravel su composición más célebre en una carta a su amiga Georgette Marnold: “Una obra sin música, sin composición: solo un efecto orquestal”. Esta fascinación por lo mecánico inspiró el inicio del reciente biopic de Anne Fontaine (disponible en Filmin) y también a la Orquesta Nacional de Francia bajo la dirección de su futuro titular, el suizo Philippe Jordan, el pasado jueves 4 de septiembre.La interpretación del ostinato rítmico, admirablemente controlado por el percusionista Emmanuel Curt, brilló por los excelentes solos de viento madera y metal, junto a la solidez sonora de los minutos finales. Un colofón digno para una de las principales citas del Festival Ravel en San Juan de Luz, la localidad vascofrancesa colindante con el pueblo pesquero de Ciboure, donde nació el compositor hace 150 años.Más informaciónLa velada tuvo lugar en la iglesia de Saint-Jean-Baptiste, donde Luis XIV se casó con la infanta española María Teresa de Austria en 1660. Un templo de traza gótica y porte barroco, con las características galerías de madera superpuestas y los exvotos pesqueros propios del estilo vascofrancés. Y a pocos metros de la sencilla casa donde Ravel pasaba sus veranos, dominada por una gigantesca glicinia, en la confluencia de las calles Tourasse y Gambetta. Según relata el historiador local Jacques Ospital en su último libro, allí concibió el compositor el tema del Bolero en el verano de 1928. Una melodía levemente asimétrica inspirada en los cuplés populares de José Padilla, que Ravel interpretó para su amigo Gustave Samazeuilh, ataviado con una bata amarilla y un gorro de baño escarlata, a punto de dirigirse a la Grande Plage para su baño matutino.Ospital describe también el esplendor artístico de San Juan de Luz en las primeras décadas del siglo XX. Un destino de moda para artistas e intelectuales donde varios músicos famosos fijaron su residencia, como el cantante ruso Fiódor Chaliapin y el violinista francés Jacques Thibaud. Allí coincidieron compositores como Prokófiev, Rajmáninov, Szymanowski, Stravinski y Poulenc. Para Ravel, sin embargo, la relación con la ciudad vascofrancesa formaba parte de su identidad, como explicó el 1 de septiembre Etienne Rousseau-Plotto en su conferencia Maurice Ravel, el vasco. Un refinado dandi parisino que regresaba cada verano a San Juan de Luz para impregnarse de la sobriedad marina y el gusto popular que volcó en tantas composiciones concebidas en esta localidad costera. Incluso su casa natal, una construcción de inspiración holandesa que su padre alquiló cerca del puerto de Ciboure, recuerda esta efeméride con una placa esculpida en piedra, aunque esa vivienda es célebre también por haber alojado al cardenal Mazarino durante los esponsales de Luis XIV.El pianista Bertrand Chamayou durante la interpretación del ‘Concierto para piano en sol’ de Ravel, el pasado 4 de septiembre en San Juan de Luz.Festival Ravel – Valentine ChauvinLa conmemoración del tricentenario de aquella boda real, en 1960, marcó el inicio de festivales de conciertos veraniegos y de semanas musicales en San Juan de Luz. La posterior creación de la Academia Ravel impulsó aún más su vida musical. Sin embargo, el origen del actual Festival Ravel fue la fusión de ambas iniciativas, liderada por el pianista y pedagogo Jean-François Heisser. En 2020 se le unió su discípulo Bertrand Chamayou (Toulouse, 43 años), quien desde 2024 ejerce en solitario como verdadero factótum artístico, combinando las funciones de solista y programador.Hablamos de uno de los grandes pianistas actuales, con una premiada grabación integral de la obra de Ravel que lo consolida como uno de sus principales especialistas. Es también un artista creativo, con recientes lanzamientos conceptuales en Erato/Warner, vinculados a las dos últimas ediciones de su festival en San Juan de Luz. “Siempre me ha gustado indagar qué historia podría contar al reunir determinadas piezas en mis recitales”, reconoce a EL PAÍS en uno de los pocos momentos de tranquilidad que ha tenido en estos días.“Experimenté programando en pequeños festivales obras que no eran fáciles de incluir en conciertos habituales, como Six Pianos de Steve Reich, y me divertí mucho”, prosigue. “No obstante, hace unos quince años tuve un problema en mi mano derecha, del que afortunadamente me recuperé. Entonces me planteé qué podría hacer con mi vida si tuviera que dejar el piano, y sentí que podría dedicarme a la programación musical”, reconoce.En el Festival Ravel, Chamayou está desplegando con asombrosa solvencia sus dos facetas artísticas. La cita, de máximo nivel, ha celebrado el aniversario del compositor con la integral de su obra pianística, junto a toda su música de cámara, canciones, principales composiciones sinfónicas y ejemplos de su maestría como orquestador. A ello se han sumado dos conmemoraciones: por un lado, el centenario de la muerte de Erik Satie, con una jornada monográfica en la que se ofrecieron las 840 repeticiones de Vexations, repartidas entre 10 pianistas —entre ellos el propio Chamayou y su amiga, la soprano y directora Barbara Hannigan—; y, por otro, el centenario de Pierre Boulez, al que el festival también ha rendido homenaje.Tampoco ha faltado la creación contemporánea, presente ya en el concierto inaugural con la participación de Thomas Adès y, poco después, con el estreno absoluto de la ópera La main gauche del compositor vasco Ramón Lazkano, inspirada en la célebre novela Ravel de Jean Echenoz. Toda la programación se ha articulado, además, en torno al expresionista y tardío Concierto para la mano izquierda, interpretado en la apertura y que regresará en la clausura a través de la instalación del artista albanés Anri Sala, Ravel Ravel Revisited 2022.El pianista francés ha estado presente en casi todos los conciertos y charlas de estos días en San Juan de Luz, sin darse la menor importancia. Así se confirmó en la actuación con la Orquesta Nacional de Francia, donde ofreció una admirable versión del Concierto para piano en sol mayor, inspirado, según parece, en una rapsodia vasca inacabada de 1914 titulada en euskera Zazpiak bat (las siete son una). Chamayou deslumbró en los movimientos extremos con esas amalgamas bitonales que oscilan entre lo popular y lo jazzístico, y alcanzó su momento más alto en el bellísimo movimiento central, que hizo girar sobre sí mismo, sin perder un ápice de expresividad. Como colofón, regaló la única propina escuchada estos días en el festival: su transcripción pianística de la canción raveliana Trois beaux oiseaux du paradis.Los pianista Bertrand Chamayou y Kirill Gerstein durante la interpretación de ‘La valse’ de Ravel, el pasado 1 de septiembre en Urrugne.Festival Ravel – Valentine ChauvinEl lunes 1 de septiembre participó en una colosal versión de La valse para dos pianos junto a su colega Kirill Gerstein, con los instrumentos dispuestos en paralelo para favorecer la comunicación visual entre ambos. El concierto tuvo lugar en la iglesia de Saint-Vincent de la vecina localidad de Urrugne y, además de las dos sonatas para violín —interpretadas con exquisitos perfiles dinámicos por la alemana Clara-Jumi Kang—, destacó una admirable lectura de las Chansons madécasses. La mezzosoprano norirlandesa Fleur Barron imprimió toda la fuerza de su grito anticolonialista, arropada por un conjunto camerístico de lujo en el que brilló especialmente el violonchelo rapsódico y evocador de Jean-Guihen Queyras.Al día siguiente, en la iglesia de Saint-Vincent de Ciboure —el templo donde fue bautizado Ravel— se ofreció una integral pianística del compositor en formato de maratón, enlazando dos recitales con un descanso de hora y media, desde las cinco de la tarde hasta las once de la noche. Chamayou abrió la primera parte a cuatro manos junto a la joven Hyunji Kim, alumna de la academia, con cuatro fugas tempranas de Ravel que culminaron en la que motivó su sorprendente eliminación en la primera ronda del Prix de Rome de 1905, episodio que desencadenó el célebre “caso Ravel”.Kim continuó en solitario con las primeras obras del francés, destacando en una intensa y colorista Sérénade grotesque. Después, Chamayou volvió a elevar el nivel con una lectura elegante, sobria y minuciosa de Valses nobles et sentimentales. Lo más interesante llegó en la sección central, concebida como un diálogo entre Ravel y colegas posteriores, incluida alguna compositora como la casi centenaria Betsy Jolas. Especialmente impactante resultó su versión de De la nuit de Salvatore Sciarrino —pieza concebida casi como tropo del raveliano Gaspard de la nuit— que se escuchó como preludio de Jeux d’eau, la obra con la que Chamayou descubrió a Ravel cuando apenas tenía nueve años.La violinista Corina Belcea interpreta el ‘Cuartero para cuerda’ de Ravel junto a tres jóvenes solistas en la iglesia de Notre-Dame-de-l’Assomption de Ascain, el pasado 3 de septiembre.Festival Ravel – Valentine ChauvinEl segundo recital del día fue uno de los grandes momentos del festival, esta vez con Pierre-Laurent Aimard al teclado. El pianista francés repitió el programa que ya había presentado en marzo en el ciclo del Reina Sofía del CNDM: una lectura densa, marmórea y pulida de Miroirs, seguida de una interpretación de referencia de la Sonata para piano núm. 1 de Pierre Boulez, desplegada con asombrosa fluidez y una fuerza interior que continuó en Incises después de una breve pausa. Un repertorio que confirma a Aimard como uno de los mejores intérpretes de la música de quien fue su mentor desde los años setenta en el Ensemble intercontemporain. El maratón pianístico culminó con un excelente Gaspard de la nuit recibido entre bravos y aplausos acompasados del público.El 3 de septiembre continuaron los momentos memorables, esta vez en la iglesia de Notre-Dame-de-l’Assomption, en Ascain, a unos quince minutos en coche de San Juan de Luz. El recital, variado en formato, abrió con el recuerdo del centenario de Boulez gracias a su Dialogue de l’ombre double, obra para clarinete y electrónica inspirada en una escena de El zapato de raso de Paul Claudel, en la que el solista alterna y dialoga con su propia “sombra” grabada, proyectada desde seis altavoces distribuidos alrededor del público. El clarinetista Nicolas Baldeyrou —que registró la pieza en 2020— la interpretó con brillantez, asistido en el control técnico por Clément Gariel.Lo mejor del concierto llegó a continuación con una versión de una deslumbrante sensibilidad tímbrica del Cuarteto de cuerda de Ravel. Al frente estuvo la violinista rumana Corina Belcea, no con su conjunto habitual, sino junto a tres jóvenes y notables solistas: la violinista noruega Sonoko Miriam Welde, la violista ruso-dominicana Karolina Errera y el violonchelista y director francés Victor Julien-Laferrière. El recital se cerró con todos ellos reunidos en esa especie de concierto para arpa en miniatura que es la Introduction et allegro, en la que se sumó una presencia de lujo: la belga Anneleen Lenaerts, arpista solista de la Filarmónica de Viena.La tarde del miércoles concluyó con el concierto de la Orchestre de Chambre Nouvelle-Aquitaine, bajo la dirección de Jean-François Heisser. El programa, excesivo y algo disperso, permitió sin embargo escuchar las dos únicas orquestaciones de Ravel sobre música de Debussy: la Sarabande del homenaje a Rameau y la Danse, publicada originalmente como Tarantelle styrienne. También se incluyeron las tardías canciones Don Quichotte à Dulcinée, compuestas por Ravel en San Juan de Luz en 1932.Justo antes, Chamayou mantuvo una conversación con Arbie Orenstein, autor de la clásica monografía Ravel. Man and Musician (1975). El veterano musicólogo estadounidense evocó, en un francés impecable, la investigación que realizó en 1966 en París entrevistando a numerosos amigos y colaboradores ancianos del compositor. Sus ojos brillaron al relatar la historia que marcó su vida: el hallazgo de numerosas composiciones tempranas e inéditas de Ravel entre los papeles conservados por Alexander Taverne, antiguo jardinero del hermano del músico, que los custodiaba precisamente en su casa de San Juan de Luz. Muchas de esas obras, como la Sonata para violín y piano núm. 1 o la Sérénade grotesque, han podido escucharse estos días en el Festival Ravel.El jueves 4 de septiembre, antes del concierto sinfónico de la Orquesta Nacional de Francia, se ofreció un recital de cámara de nivel excepcional en la renovada capilla del antiguo Couvent des Récollets, en Ciboure. Lo inauguraron Corina Belcea y Bertrand Chamayou con la Berceuse sur le nom de Gabriel Fauré, delicado homenaje de Ravel a su maestro. En la segunda parte, Belcea prosiguió con Jean-Guihen Queyras en su tributo a Debussy con la Sonata para violín y violonchelo. La violinista Corina Belcea, el pianista Bertrand Chamayou y el violonchelista Jean-Guihen Queyras durante la interpretación del ‘Trío con piano’, de Ravel, el pasado 4 de septiembre en Ciboure.Festival Ravel – Valentine ChauvinPero fue el Trío para violín, violonchelo y piano —obra bisagra en la evolución estilística de Ravel, compuesta en 1914 también en San Juan de Luz— lo que resultó francamente inolvidable. Una lectura marcada por la química expresiva entre Belcea y Queyras, envuelta en la transparencia voluptuosa del piano de Chamayou. Aún hubo espacio para un último guiño a Boulez, con Queyras al frente de seis estudiantes de violonchelo de la academia en Messagesquisse, pieza que el propio intérprete grabó en su día bajo la dirección del compositor. El referido concierto de la Orquesta Nacional de Francia en la iglesia de Saint-Jean-Baptiste puso el broche a cuatro intensas jornadas musicales. El programa se abrió con la orquestación de Pavane pour une infante défunte, interpretada en el mismo lugar que, con toda probabilidad, inspiró a Ravel. La segunda parte reunió una Rapsodie espagnole de acentos marcadamente franceses y una sobresaliente Alborada del gracioso, que, junto al Concierto para piano y el Bolero, fueron lo más destacado de la velada.El festival prosiguió ayer viernes con un recital para tres pianos y con el concierto de la Orquesta Nacional del Capitolio de Toulouse, que interpretó los ballets Ma mère l’oye y Daphnis et Chloé junto al Orfeón Donostiarra. El fin de semana se completará con nuevos recitales de canciones, antes de la clausura prevista para mañana con la instalación de Anri Sala sobre el Concierto para la mano izquierda, en la que Chamayou sonará por duplicado gracias a un Steinway Spirio.
Bertrand Chamayou deslumbra como pianista y programador en el Festival Ravel de San Juan de Luz | Cultura
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