EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es───────────Pablo Merino tiene 44 años y es la última persona que ha acusado de agresión sexual a Jacinto Lázaro Laguardia, un cura del Opus Dei que tiene ahora 74 años y ha pasado por al menos tres colegios de la organización, en San Sebastián y Pamplona. Merino presentó una denuncia, a la que ha tenido acceso este periódico, ante el juzgado de guardia de Pamplona el pasado 25 de noviembre y envió copia al Defensor del Pueblo. También lo notificó a la Asociación de Víctimas de Abusos de la Iglesia en Navarra.Los presuntos delitos ocurrieron entre 1994 y 1996 cuando Merino tenía entre 13 y 15 años y estudiaba en el colegio Irabia de la capital navarra. El cura, que era el capellán del colegio, tenía 43. Los delitos están penalmente prescritos, pero el Opus Dei, contactado por este diario, los ha admitido y pide perdón por ello. Reconoce que supo del caso en 1998, cuando la víctima aún era menor, con 17 años, y lo ocultó, pues no lo denunció a las autoridades. Simplemente lo trasladó de la ciudad.Es más, la Obra admite que el propio prelado de la organización, la máxima autoridad interna, que entonces era Javier Echevarría, autorizó toda la operación: “Se realizó un procedimiento de acuerdo con las normas canónicas vigentes entonces, después del cual el Prelado decidió —mediante decreto del 5 de enero de 1999— la prohibición sine die de ejercer la actividad ministerial con jóvenes y su traslado inmediato de ciudad”. Al preguntar este periódico por qué no se denunció el caso, la respuesta es: “La Prelatura estuvo a disposición de la familia para todo lo que requiriesen y respetó su deseo explícito de no dar a conocer los hechos”. No obstante, la víctima asegura que sus padres nunca lo supieron.Pero este caso no es el único. Esta denuncia hace emerger la historia de abusos de este sacerdote y su encubrimiento en el Opus Dei, que lo fue moviendo de sitio durante 25 años y ha tardado cuatro décadas en admitirlo. Porque Pablo Merino no fue el primero ni el último, según los testimonios recogidos por EL PAÍS, que investiga este caso desde 2023. Lázaro ha sido acusado de abusos por un exalumno del colegio Erain de San Sebastián entre 1981 y 1982, un caso que el Opus Dei también ha investigado, y fue denunciado en el Vaticano por una mujer adulta en 2023, lo que llevó a la Obra a imponerle medidas disciplinarias.“Este sacerdote reside actualmente en Zaragoza y las autoridades de la Prelatura en esta ciudad se ocupan de supervisar el cumplimiento de las medidas disciplinares en sus tareas sacerdotales”, aclara la organización. Según la base de datos de este diario con todos los casos conocidos de pederastia en la Iglesia española, el Opus Dei cuenta hasta ahora con 19 acusados y 23 víctimas. La Obra no ha respondido sobre cuántos casos conoce.Jacinto Lázaro Laguardia, cura del Opus Dei denunciado por abusos sexuales en un colegio de Pamplona de la Obra en los años noventa.No obstante, Jacinto Lázaro contradice al propio Opus Dei y niega todo. Contactado por teléfono por EL PAÍS, replica: “Evidentemente, no admito los hechos. Me deja usted bastante bloqueado. Llevo 49 años de sacerdote, he trabajado en infinitos colegios y no creo que encuentre a nadie que tenga una queja en ese sentido hacia mí”.El primer caso en orden cronológico es el de un exalumno del colegio Erain de San Sebastián en los años ochenta. EL PAÍS lo incluyó en uno de los informes con cientos de testimonios de pederastia del clero que ha ido entregando a la Iglesia española y al Vaticano desde 2021. Fue en el quinto dosier, en mayo de 2024. Entonces el Opus Dei dijo a este periódico que no conocía más acusaciones de pederastia contra él, pero no era cierto, como ha admitido ahora.Esta persona relató que en una fecha entre 1981 y 1982 el sacerdote, entonces capellán del colegio y también del femenino de la Obra, Eskibel, lo sometió a tocamientos: “Era también capellán del colegio mayor Ayete y, no recuerdo por qué, un día me quedé a dormir allí. Tenía una habitación y me puso a dormir en un sofá, y por la noche vino y me metió mano. Me estuvo tocando los genitales, no fue a más, y no tuve ninguna reacción, no hice nada. Pero a la mañana siguiente me fui y se lo dije a mi padre. Fue informada la dirección del colegio y este señor desapareció, lo mandaron no sé a dónde, pero que yo sepa solo lo movieron de sitio, no hicieron nada más. No tengo rencor, ni sed de venganza, porque el problema, además de la persona, es la entidad que lo protegió”. La Obra asegura ahora que en 2024 realizó una investigación “y se preguntó a todas las personas que ocuparon puestos de dirección: nadie tuvo conocimiento de que hubiera habido ningún caso de abuso de este sacerdote”. No obstante, el Opus Dei contactó con la víctima, confirma esta persona, que reiteró su relato con detalles inequívocos de a quién informó de los hechos. La entidad tampoco aclara si ha comunicado el caso al Vaticano, como es obligatorio.En cuanto a Lázaro, la organización ha confirmado que dejó el colegio de San Sebastián en 1985, pero continuó en la ciudad con otras labores hasta 1993. Al año siguiente ya estaba en Pamplona y es cuando comienzan las agresiones sexuales contra Pablo Merino, según su denuncia. La entidad religiosa, en cambio, sí reveló en 2024 a EL PAÍS que le constaba otra acusación, pero en este caso de mujer adulta, que denunció abusos del cura a superiores del Opus Dei. Según fuentes del Dicasterio para el Clero de la Santa Sede, se trata de una mujer de Madrid que denunció abuso y acoso del sacerdote directamente en el Vaticano en 2023, y esto obligó al Opus Dei a tomar medidas contra él. La organización, según informó a este diario en 2024 y así fue publicado, impuso medidas disciplinares al cura, como no ejercer su ministerio en público, “por abusos a una mujer adulta”. No obstante, la Obra ahora se corrige y alega que cometió un “error” y la sanción es por mantener relaciones con una mujer. “Se le sanciona con la prohibición sine die de ejercer el ministerio sacerdotal salvo en su domicilio. Se le prohíbe contactar con la mujer o con cualquiera de su familia“, detalla. Lázaro llegó a Madrid tras su traslado desde Pamplona y, entre otras cosas, ejerció como capellán en un centro femenino del Opus Dei, llamado Cotos, en la calle Arturo Soria. Pero también desde aquí fue trasladado a Zaragoza, su ciudad natal, en 2006, aunque la Obra dice desconocer los motivos de aquella decisión.Pablo Merino, el primero que ha aceptado hablar públicamente de este caso, se muestra desolado ante la trayectoria del cura: “Si tras la acusación de la víctima de San Sebastián la orden le hubiera apartado y encerrado, yo no habría sufrido abusos. Es un depredador sexual. He tardado años en darme cuenta. Yo al principio creía que teníamos una relación”. Merino cuenta sus recuerdos en Villava, a las puertas de Pamplona, donde reside, tras enseñar a este periódico el colegio donde sufrió los abusos y la residencia anexa donde vivía Lázaro. Ocurrieron en sitios diferentes, según su relato: en el despacho del colegio; en el del club juvenil que estaba en los bajos del propio colegio, llamado Noray; en la sacristía del oratorio del club; y en el coche del propio cura, ya que este, asegura, le enseñó a conducir cuando era menor. “Hubo masturbaciones, felaciones y penetraciones”, relata. Es lo mismo que figura en la denuncia. “Me acuerdo de una vez que estábamos un montón de gente en la sala de estar del club, viendo una película y él tocándome por debajo de una manta. Yo pensaba: ‘¡joder, pero si nos ve alguien!”. Merino explica que se lo contó en su día a un profesor llamado Juan Antonio Gil Tamayo —ya fallecido― que luego se hizo cura. ¿Qué le dijo? “Nada, entiendo que se lo comunicaría al director del club juvenil, Pedro Blázquez, y entiendo que, lógicamente, se lo comunicarían también al director del colegio”, explica.El denunciante cuenta que el cura le hacía regalos: “Recuerdo dos móviles en la época en la que nadie tenía. Me llevaba de monaguillo cuando tenía que oficiar alguna boda por ahí”. Desde que Merino contó lo que ocurría, Lázaro “desapareció”. “Creo que lo mandaron a Madrid. Se ocuparon de él, pero de mí no se ocupó nadie. Nadie me dijo nada, ni me preguntó si estaba bien, si necesitaba algo”. Es más, ha sido ahora, con la información recabada por EL PAÍS en el Opus Dei, cuando ha sabido que la Obra admite que conoció su caso en 1998. Pero en 30 años nunca le han llamado. “Pedimos perdón por lo sucedido y lamentamos profundamente que un sacerdote del Opus Dei haya actuado así. Sentimos el sufrimiento de todas las personas afectadas y estamos a su disposición para lo que podamos contribuir en su camino de sanación”, dice ahora la Obra tras verse descubierta. Merino dice que ya no consigue entrar ni permanecer en una Iglesia. “El otro día me tuve que salir de un entierro. Me han jodido la infancia, no sólo el abusador, sino el que ha permitido que eso pase y no ha hecho nada. Nadie me ayudó. Los que podían haber hecho algo, los del Opus, lo taparon o miraron hacia otro lado”, cuenta. Su familia es de la Obra y él se crio en un ambiente “totalmente entregado” a la orden. Pablo Merino en Villava, pueblo en el que reside. Javier HernándezMerino cuenta que padeció cierto “síndrome de Estocolmo” y que luego durante años ha mantenido una relación de amistad con su agresor. “Creo que fue una forma de auto-protegerme”, explica. Hablaban por teléfono, quedaban de vez en cuando para comer. “Conoció la que ahora es mi exmujer, yo hasta quería que nos casara él”, cuenta.Preguntado por si alguna vez hablaron de esos abusos responde que nunca se sacó el tema. Como suele ocurrir en los casos de abusos sexuales en la infancia, la víctima tarda décadas en asumir y exteriorizar que lo que sufrió fue violencia. “Ahora me doy cuenta de las secuelas que me ha dejado”, explica. Merino dice que ha decidido denunciar porque quiere que “todos sepan qué clase de persona es Jacinto Lázaro” y para “ayudar” a otras víctimas que pudieran haber sufrido lo mismo que él. Está convencido de que hay más. La última llamada que recibió de Jacinto Lázaro fue el 6 de noviembre de 2024. Cinco meses después de que EL PAÍS comunicara a la Obra el caso del chaval de san Sebastián. “Jacinto me llamó y me dijo: ‘Estoy fatal, han venido unos jefes del Opus a decirme que ya no puedo salir ni hacer bodas, ni nada. Me han preguntado si me vas a denunciar; les dije que no, que había hablado contigo y que me dijiste que no”, recuerda Merino de aquella conversación. Y añade: “Ahí se me encendió una bombilla. Y dije: aquí la orden quiere salvar su culo, Jacinto también y encima me miente. A mí y a ellos, en ningún momento se sacó el tema de ninguna denuncia”. Es ahí, sostiene, cuando se da cuenta de que le están manipulando y de lo que ha sufrido son abusos sexuales. Y es ahí cuando empieza a contárselo a sus familiares, y escribe a EL PAÍS.
El Opus Dei admite agresiones sexuales a menores de un cura y que lo fue cambiando de destino durante 25 años | Sociedad
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