Cuando se habla de sostenibilidad en la industria textil, el discurso siempre se enfoca en el antes (el qué, el cómo y, ahora sobre todo, el dónde se hacen las prendas), pero pocas veces en el después: los países de la Unión Europea generaron en 2024 alrededor de 6,94 millones de toneladas de residuos textiles. En total, el 73% de los mismos acaba en vertederos, y menos del 1% se recicla, según datos de la Ellen MacArthur Foundation.Los vertederos, por si había dudas, están en el llamado Sur Global. En el desierto de Atacama (Chile) se arrojan de media 39.000 toneladas de ropa al año. En Acra, la capital de Ghana, 100 toneladas cada 24 horas. Muchos de los países afectados por este colonialismo textil han hecho de la segunda mano una importante fuente de ingresos: el mercado Kantamanto en Accra gestiona más de 15 millones de prendas usadas a la semana. Allí, el 95% de la población compra ropa de segunda mano. Chile importó más de 150.000 toneladas de ropa usada en 2021; el 70% no es reutilizable.Mariana y Carlota Gramunt comenzaron durante la pandemia el proyecto T_Neutral, una plataforma de innovación que propone soluciones sistémicas para la circularidad textil a escala global. Desarrollaron una metodología para medir la huella textil y herramientas de trazabilidad que permiten entender, reducir y compensar el impacto ambiental de la industria. Hace tres años, dentro de ese marco, pasaron de la teoría a la práctica, y crearon la iniciativa Undressing the Planet, que a día de hoy está presente en Chile, Kenia e India, en comunidades que trabajan dando nueva vida a estos desechos que reciben. “Lo creamos un poco por pura necesidad de poner orden a un problema que vimos en nuestra vida anterior, cuando trabajábamos desde el punto de vista de una marca sostenible. Quisimos entender el rol de las marcas y en qué problemáticas están involucradas, y nos dimos cuenta de que los flujos del material textil no se estaban abordando de forma sistémica”, explican. “La trazabilidad del producto, los impactos, se estaban empezando a abordar cuando empezamos, pero el material en sí mismo no. Y para hablar de circularidad, hay que hacer un abordaje del material, de por dónde entra y por dónde se nos escapa.”Más informaciónDel mismo modo que ya hay estándares para medir y optimizar la huella de carbono o la del agua, hay una huella textil de la que ni marcas ni instituciones se están responsabilizando. “Y era un poco lo que estábamos echando de menos. Si no hablamos todos igual y medimos las cosas igual (calificando qué es residuo, qué no lo es, qué puede reciclarse, qué reutilizarse…), no las vamos a entender igual y no vamos a poder generar circularidad, que al final es conectar unos actores con otros para darle valor a un material textil que no debería ser de un solo uso”, explican.Mariana y Carlota Gramunt, fundadoras de T Neutral.CortesiaAsí que, como ellas resumen, “invitamos a la fiesta a los recuperadores, porque ellos también son industria textil”, y propusieron, como ocurre con el carbono, conectar el Norte con el Sur, es decir, a los productores con los receptores, a través de bonos textiles (ayudas económicas) que ayuden a estas comunidades a sistematizar la reutilización de estos miles de fardos que les llegan. Funcionan de manera similar a los bonos de carbono: cada tonelada de residuo textil recuperado y trazado se convierte en un crédito que puede ser pagado voluntariamente por empresas que desean mitigar su huella. Es una forma de canalizar financiación desde quienes generan el impacto hacia quienes lo están reparando activamente, con transparencia, trazabilidad y métricas verificables. “Se trata de asumir la responsabilidad de lo que has lanzado al mundo y de ayudar a mitigar ese impacto de forma justa”, dicen.Se estima que cada kilo de ropa recuperada evita la emisión de 6,1 kg de CO₂. En zonas como Kenia, India, Ghana o Chile llevan años no solo intentando mitigar el desastre climático al que se enfrentan, también haciendo de la necesidad virtud y generando sistemas de prosperidad económica con los residuos que les llegan. “Ya hay un tejido de organizaciones y de negocios locales alrededor de la recuperación textil. En estas zonas están muy bien organizados, pero están sumergidos, digamos. Sin embargo, la oportunidad económica y de impacto es enorme. Nosotros ayudamos a formalizarlo y conectarlo, de tal forma que se pueda establecer ese intercambio de forma justa, con esa compra de créditos por parte de los que quieren mitigar el efecto de su actividad a través de la financiación de estos proyectos que están haciendo la actividad inversa, que es recuperar estos ecosistemas.”El estudio ‘Undressing de Planet’ publicado por T Neutral y que hoy está activo en Kenia, Chile o La India.cortesiaSolo el vertedero textil del desierto de Atacama ocupa 300 hectáreas, el equivalente a más de 400 campos de fútbol. “Todo el textil que se consume en el norte se mueve, aquí no se queda, desaparece”, cuentan las hermanas Gramunt. “Pero cada país es muy peculiar en ese sentido. Reciben un tipo de textil distinto, ya sea por proximidad o por demanda. La relación con el textil es diferente, por ejemplo, en Kenia que en Chile. En cada lugar están surgiendo o han surgido ya diferentes formas de abordar el material que tienen, ropa usada o lo que sea que tengan.” En Chile, por ejemplo, existe una fuerte tradición de upcycling, es decir, de convertir cada producto residual en otro. “Casi todos los proyectos con los que colaboramos allí tienen un enfoque muy vinculado al aprovechamiento creativo del residuo”, explican. “Pero también es necesario el reciclaje más industrializado, el downcycling. Todo suma si se sigue la jerarquía de residuos: primero reutilizar, luego upcycling, y después reciclar.”Undressing the Planet trabaja, por ejemplo, junto a la organización Africa Collect Textiles (ACT), en Nairobi. ACT ha instalado 35 puntos de recogida y evita así cada año 20 toneladas de residuos textiles. Además de su labor de recogida, ha puesto en marcha una red de transformación que incluye desde la venta local hasta la creación de nuevos productos, como mochilas y mantas, a través de colaboraciones con artesanas. “Tienen una estructura impecable, conocen perfectamente el residuo y su potencial”, explican. Se calcula que con una inversión de 150.000 euros, ACT podrá recuperar 1.300 toneladas de textil para 2026. “Su actividad es próspera. Genera riqueza, impacto ambiental y social, y se puede cuantificar a través de la tecnología. Trabajamos con ellos una forma de trazar lo que entra, sus distintos procesos, de tal forma que puedan decir cuántos kilos han entrado y cuántos flujos de valor han salido de ellos, cuántos trabajadores hay implicados…”, explican. En India, otra de las zonas piloto del proyecto, se han documentado cadenas comunitarias de recuperación textil espontánea que operan con gran eficacia y sin generar residuos. En Chile, el caso de Valparaíso tras los Juegos Panamericanos mostró cómo pequeños proyectos de reciclaje se unieron en cuestión de horas para dar salida circular al excedente de ropa: una red de 16 trabajadores y 10 voluntarios diarios clasificaban las prendas según su estado. Las aptas se donaban y las no aptas se convertían en otros productos o se llevaban a plantas de reciclaje mecánico.La transformación, sin embargo, es mucho más cultural que técnica. “Esto no va de imponer soluciones, sino de reconocer que las comunidades ya están haciendo mucho con poco. Solo necesitan que se les dé valor, recursos y conexión con quienes tienen la responsabilidad de haber generado este residuo”, explican. Esos mismos responsables, es decir, las empresas textiles, son una parte clave de la solución. Mariana y Carlota Gramunt reconocen que, a la hora de presentarles su proyecto y pedir financiación para reducir la huella textil en los países del sur, “muestran mucho interés pero poca iniciativa”. “Hay miedo a ser los primeros en liderar la gestión de residuos, porque eso implica abrir la conversación”, dicen. Se puede cuantificar cuántos residuos llegan a estos países y cómo pueden reutilizarse, pero a día de hoy las marcas no están obligadas por la ley a declarar sus volúmenes de producción anuales, y eso complica las cosas. “Porque así no hace falta que levanten la mano y digan: ‘este problema es mío, yo lo he provocado’. Pero es hora de remangarse. Igual que han liderado el crecimiento económico del sector, ahora deben liderar la reparación del daño.”Curiosamente, Shein es una de las empresas que ha invertido en estos bonos para reducir la huella textil en África. “Y es un poco lo que estamos trabajando ahora, porque en parte se ve como dinero sucio”, argumentan. “Pero si ese dinero sirve para hacer más sistemáticos los procesos y revierte en las comunidades, si de ese dinero sacas un impacto medible claro que sirve para algo… es como los bonos de carbono, al final.” Porque las grandes empresas no van a dejar de sobreproducir, al menos a medio plazo. “Así que hay que cerrar el grifo y achicar agua a la vez”, dicen. “Llevamos tres años bregando, pero creemos que justo ahora hay contextos favorables.”Se refieren a las nuevas leyes de Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP) que se están implantando en la Unión Europea y obligan a las empresas a hacerse cargo de sus residuos. En España se espera que esta ley, en lo que respecta al residuo textil, entre en vigor a lo largo de este año. “Francia es actualmente el país más avanzado en la aplicación de regulaciones RAP para textiles. Desde 2017 han conseguido recolectar el 38% del residuo textil gracias a la implicación de los propios productores, que han aportado más de 150 millones de euros. Sin embargo, el 80% de lo recogido se exporta, lo que demuestra que incluso un modelo avanzado necesita medidas complementarias”, explican. Existe el riesgo más que probable de que, cuando todos los países miembros se acojan al mismo sistema, se cree una especie de embudo. Es decir, que se recoja más residuo del que pueda gestionarse. “Y eso lleva inevitablemente a más exportaciones. Por eso es el momento de hacerlo bien, para evitar más desastres.”
“Es hora de remangarse. Igual que la moda ha liderado crecimiento económico, ahora debe reparar el daño que ha hecho” | Moda | S Moda
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