Madrid, julio de 1936. Un joven llamado Faustino Cordón, recién llegado a la ciudad, asiste a una de las primeras reuniones organizativas del Quinto Regimiento. Vittorio Vidali, militante comunista apodado comandante Carlos, pregunta a la concurrencia:-¿Quién de vosotros es experto en explosivos o químico?Nadie responde, así que Cordón se lanza: -No soy químico, pero sí farmacéutico. Hay una oleada de carcajadas, pero Vidali insiste:-¿Sabes envenenar aguas, hacer bombas, obuses, fabricar gases? Cordón replica: “¿Aquí sabe alguien?” Y, como la respuesta fue negativa, continuó: “Pues yo sé hacer trinitrotolueno”. Y así fue nombrado jefe de armamento del incipiente Quinto Regimiento. Tenía veintisiete años.La escena se relata en el reciente libro Faustino Cordón, el biólogo insumiso (Garaje), en el que una de sus hijas, Elena, y la periodista Elvira de Miguel recopilan el ingente material escrito y sonoro dejado por uno de los científicos más atípicos y desconocidos de la historia de España. Tuerto y casi manco por accidentes de guerra, Cordón quiso ser artista, se volcó en el dibujo, vivió en París como un bohemio y conoció a Picasso. Un buen día decidió irse a Madrid para estudiar Farmacia y servir a la causa comunista, que acababa de abrazar. Salvado casi milagrosamente de ser fusilado, sobrevivió haciendo ciencia como un exiliado interior durante la dictadura franquista, se aprendió de memoria la teoría de la evolución de Darwin y se lanzó a edificar su propio edificio teórico para explicar el origen de la vida en todos sus estratos, lo que compuso una obra monumental de filosofía evolutiva única en su especie en la España de aquella época. Cordón, hijo de una familia liberal extremeña donde tenían una gran finca que su padre regaló a los campesinos en el 36, renegó pronto del comunismo estalinista, pero encabezó la primera visita científica española a la URSS tras la muerte de Franco. En la Transición, fue un referente de ideas muy claras sobre quiénes somos y de dónde venimos, que expuso en su libro de divulgación más famoso, Cocinar hizo al hombre, y en sus artículos periodísticos, muchos de ellos en EL PAÍS, donde dijo cosas como que los humanos de hoy somos iguales a los que pintaron los bisontes de Altamira hace miles de años, porque nos unen la tecnología y el lenguaje.Poco después de aceptar su puesto de jefe de armamento, un antiguo compañero del colegio El Pilar le pidió a Faustino que salvase su casa —un chalé en pleno barrio de Salamanca— del “furor popular”. El farmacéutico le dijo que no se preocupase: la tomaría él mismo para instalar el laboratorio de fabricación de explosivos. Allí trabajó con sus colaboradores sin descanso, castigados por horribles dolores de cabeza producidos por la dinamita, que es un vasodilatador. Un día hubo un sabotaje y todo el arsenal saltó por los aires. La terrible explosión se llevó por delante a un hermano de Cordón y a dos de sus más estrechos colaboradores, León Meabe y Leo Fleischman, e hirió a dos de sus hermanas. Una esquirla de metralla atravesó el ojo de Cordón y se detuvo a pocos milímetros de su cerebro, dejándole tuerto de por vida, pero salvando milagrosamente su vida.Faustino Cordón, en los laboratorios Zeltia de Porriño (Galicia), en 1944.Colección familiarEn los últimos días de la Guerra Civil, en el puerto de Alicante, Cordón tira al agua una maleta de cartón repleta de documentos sobre el Quinto Regimiento que iban dirigidos a Antonio Machado, quien debía escribir una loa sobre el cuerpo. El proyecto nunca pudo ser, pues Machado murió en febrero de 1939. A cambio, Cordón salvó la vida por segunda vez, pues los soldados nacionales nunca supieron que era el cerebro armamentístico de los militares comunistas. A pesar de ello, estuvo más de un año en campos de concentración y cárceles, donde a pesar del hambre se empeñó en seguir estudiando lo que fuese, empezando por una gramática inglesa que había encontrado tirada en el puerto de Alicante, del que ya no salían barcos y donde presenció tres suicidios el mismo día. Un año después, en septiembre de 1940, gracias a que su familia sobornó al juez, Cordón salió libre e inició su atípica carrera científica.El farmacéutico consiguió un trabajo en los laboratorios Zeltia, en Porriño, Galicia. Al llegar se da cuenta de que esta empresa está llena de científicos republicanos represaliados que sobreviven en el exilio interior y constituyen una útil mano de obra barata a las órdenes del catedrático Fernando Calvet. Zeltia se especializa en la producción de compuestos sacados de las glándulas de animales. En plena posguerra, el primer trabajo científico de Cordón consiste en entender por qué las partidas de insulina llegadas de Suiza se echan a perder a los pocos días. Tiempo después, consiguió aislar la molécula responsable, que llamó insulinasa. Gracias a su trabajo y el de sus compañeros, Zeltia patenta varias especialidades farmacéuticas como la efedrina, la digitalina, los extractos hepáticos, la foliculina, el purpuripán, y varias vitaminas. La empresa fue luego absorbida por su filial, la actual PharmaMar.Faustino Cordón el día de su boda con María Vergara, en 1948.Archivo familiarEn esos años, Cordón sufre un revés que determinará su carrera como científico al margen del sistema académico. A pesar de haber conseguido una prestigiosa beca Fulbright para irse a formar a Estados Unidos, sin saber por qué se le niega la posibilidad de viajar. Cordón protesta y llega hasta el despacho de José María Albareda, farmacéutico vinculado al Opus Dei, y secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fundado por Franco en 1939 para “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias”. “Se trataba de una suerte de fraile vestido de paisano que era quien decidía las purgas. Me recibió glacial en su despacho tras una mesa monacal, con un cristo encima de una calavera. Escuchó con atención mis razones, sin decir una palabra, pero todo resultó inútil; fui el único al que no le dieron el pasaporte”, explicó Cordón a su hija Inés en 1994.El científico pasó a trabajar en Madrid en el Instituto de Biología y Sueroterapia, una de las principales fábricas de vacunas y moléculas biológicas médicas de la época. Aparte de seguir trabajando como científico experimental, Cordón emplea en las instalaciones a presos políticos una vez cumplida su condena. “Era una persona alegre, cargada de energía física que volcaba en su trabajo, y con una pasmosa confianza en su teoría biológica, curiosamente unida a mucha humildad”, resume su hija Elena. La palabra que mejor describe su actividad científica es “frenética”, según la periodista Elvira de Miguel. Burro y Campesino, dibujo de Faustino Cordón de 1955.Colección familiarCordón tradujo en aquellos años importantes obras científicas del alemán al español, pero su gran objetivo fue elaborar su propio tratado sobre el origen de la vida. Según su biografía, en los años 50 Cordón descubrió la capacidad de determinadas proteínas de multiplicarse por sí mismas, lo que le llevaría a considerarlas las unidades fundamentales básicas de la vida, bautizándolas basibiones. La idea, aún hoy heterodoxa, fue ignorada hasta que en 1995 el neurólogo Stanley Prusiner descubrió los priones, proteínas capaces de multiplicarse y evolucionar por sí solas, y que causan enfermedades cerebrales como el mal de las vacas locas, un hallazgo que le valió el Nobel Medicina dos años después. A pesar de su aislamiento, Cordón recibió apoyos inesperados, como el de Juan Huarte Beaumont, dueño de una importante constructora que acabó siendo la H de OHL, quien le contrató para que se dedicase a redactar su gran obra: Tratado evolucionista de biología. En los años 60 se acaba esta colaboración, pero a Cordón acude entonces Ernestina González, bibliotecaria burgalesa y pareja de Leo Fleischman, considerado el primer voluntario estadounidense caído en la Guerra Civil, que venía de una familia adinerada de Nueva York y murió precisamente en la explosión de la fábrica de bombas que dirigía Cordón durante la Guerra.Faustino Cordón en una imagen de archivo de 1941.Picasa“Con Faustino siempre parecía que estabas hablando con alguien de tu edad, aunque nos llevábamos 60 años”, recuerda el neuropatólogo Alberto Rábano, de la fundación CIEN, quien fue discípulo de Cordón en la década de los años 80. “Estaba muy al margen de la ciencia oficial, y bastante despreciado por la universidad franquista y posfranquista”, recuerda. Rábano recopiló la bibliografía para el segundo tomo de la obra evolucionista de Cordón, relacionada con los animales. “Tenía su vida medida y mucha prisa por acabar su obra. Nosotros, que éramos jóvenes, le proponíamos hacer experimentos, pero él, aunque había sido un gran científico experimental, ya no quería salir del plano teórico”, recuerda. Cordón logró acabar la segunda parte de su obra, que presentó en 1990 en el edificio de la Antigua Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol de Madrid, donde había estado alguna vez detenido, y que albergaba ya el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Murió en diciembre de 1999 a punto de cumplir los 91 sin terminar la tercera parte, dedicada a los humanos. “No hay ningún otro autor a la altura de Cordón en este campo en España. Merece la pena recuperarlo”, opina Rábano, quien también recuerda a su maestro por su sentido del humor. Uno de sus golpes favoritos era decir: “Ahora me ves muy civilizado, pero yo fui un bolchevique tuerto, manco y con pistola”.Faustino Cordón junto al periodista de ‘EL PAÍS’ Vicente Verdú, en 1978.Colección familiarEl biólogo Arcadi Navarro, investigador ICREA y director de la Fundación Pasqual Maragall, leyó la obra de Cordón cuando estaba estudiando la carrera, y nunca la olvidó. “Manejaba conceptos rompedores que no eran apreciados porque los lectores no estaban preparados”, explica. Una vez fallecido, todos los fondos de la fundación que había creado Cordón gracias a Ernestina González fueron a parar a la Fundación Pasqual Maragall, quien había sido amigo de Cordón y su mujer, María Vergara. “Son tres generaciones de ciudadanos concienciados —Fleischman, Cordón, Maragall— que donaron todo al proyecto colectivo de la ciencia”, destaca Navarro.El archivo personal de Cordón, con cientos de cartas, fotografías y miles de sus notas, se conserva en la Biblioteca Nacional desde 2018. Buena parte de su obra científica, periodística y autobiográfica puede consultarse gratis en la web faustinocordon.org creada por sus hijas.
Faustino Cordón, un genio olvidado de la ciencia: “Fui un bolchevique tuerto, manco y con pistola” | Ciencia
10 min
