Pase de pecho de Cid de María al sexto novillo.Alfredo Arévalo (Imagen cedida por Plaza 1)“¡Viva España!”, gritaba un espectador por enésima vez mientras Cristiano Torres perseguía al manso quinto por el ruedo de Las Ventas. “¡¡Viva!!”, respondían los demás. La estampa, surrealista, ilustra bien el despropósito de tarde y, por qué no, la caricatura en la que han convertido, entre unos y otros, la fiesta de los toros.Más información“¡Viva la variedad, el arte y la casta!”, faltó exclamar, en homenaje al insufrible espectáculo patrocinado por la empresa y la Comunidad de Madrid, que volvieron a anunciar un popurrí de ganaderías madrileñas, casi todas sin antigüedad y prácticamente desconocidas. Un desfile de deshechos “domecquianos” (todos los hierros tenían el mismo origen), bien presentado, eso sí, y que tuvo tanta nobleza, como falta de casta.Sólo el tercero, de Guerrero y Carpintero, codicioso y exigente, se acercó al comportamiento que debiera tener el toro bravo. Un animal de encastada nobleza que se le fue sin torear a Cid de María. Salvo tres naturales templados y de buen trazo, la faena del novillero madrileño, que se presentaba en la capital, adoleció de una total falta de limpieza, hondura y mando.Por el mismo camino iba su labor al manso sexto, de Hermanos Sandoval, hasta que De María tiró de populismo y encimismo para despertar la atención de los tendidos, repletos de un público ocasional e ignorante -regalar entradas es lo que tiene-, que se pasó todo el festejo aplaudiendo la nada más absoluta. Mató a la primera y le pidieron la oreja. Menos mal que el presidente no la concedió.Otro de los momentos esperpénticos tuvo lugar en el tercio de varas al quinto, un peculiar utrero careto del hierro ―casi homónimo― de Caras Blancas de Carpio. Tras la arrancada del animal, al picador, Juan Manuel Sangüesa, le resbaló el palo, errando en su cometido y el novillo acabó metiéndose debajo del caballo, que fue inmediatamente al suelo. No pasó nada, pero aquello le llamó tanto la atención a la gente que le dieron a Sangüesa una de las ovaciones de la tarde cuando se marchaba. Ver para creer.Cristiano Torres, que anduvo templadito y casi siempre fuera de cacho ante el blandísimo y descastado segundo, de José González, se puso pesadísimo con ese quinto, manso, sin casta y muy deslucido.Tuvo mérito también lo de Bruno Aloi, que escuchó un aviso en cada uno de sus turnos por dos labores en las que nunca dijo nada. Está claro que el mexicano tiene oficio, pero ante semejantes oponentes, la emoción es imposible. A su primero, de Ángel Luis Peña, se le acabó el poco fondo que tenía cuando Aloi lo probaba para comenzar la faena. Tres medias embestidas, boca abierta y se acabó lo que se daba. Más o menos lo que el cuarto, un serio jabonero sucio de Cerro Longo, de irreprochable trapío, que se pasó media faena intentando rajarse.Lo dicho, ¡qué viva la variedad, el arte y la casta!Distintas ganaderías / Aloi, Torres, Cid de MaríaNovillos de Ángel Luis Peña (1º), José González (2º), Guerrero y Carpintero (3º), Cerro Longo (4º), Caras Blancas de Carpio (5º) y Hnos. Sandoval (6º), bien presentados, nobles, mansos y descastados; solo se salvó el 3º, de encastada nobleza.
Bruno Aloi: media estocada tendida, trasera y atravesada _aviso_ y un descabello (silencio); tres pinchazos, estocada corta trasera _aviso_ y cuatro descabellos (silencio).
Cristiano Torres: pinchazo y estocada caída y atravesada _aviso_ (silencio); _aviso_ bajonazo delantero (silencio).
Cid de María: tres pinchazos y estocada trasera (silencio); estocada corta perpendicular (vuelta tras petición de oreja).
Plaza de toros de Las Ventas. Novillada de la Feria de la Comunidad de Madrid. Media plaza (11.793 espectadores, según la empresa).
Feria de la Comunidad: “¡Viva España!”, ¡y la variedad, el arte y la casta! | Cultura
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