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Hugo Alconada Mon, autor de ‘Topos’: “Los espías rusos están en toda América Latina”

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La detención en Eslovenia, en 2023, de un matrimonio con pasaportes argentinos acusado de espiar para Rusia encendió la mecha de lo que dos años después es Topos (Planeta, 2025), el último libro de Hugo Alconada Mon (La Plata, 50 años), uno de los periodistas de investigación más reputados de Argentina y columnista de este periódico. Se trata de un texto de no ficción, basado en decenas de testimonios y fuentes documentales, que reconstruye la historia de Artjom Viktorovič Dulcev y Ana Valerevna Dulceva, quienes entre 2012 y 2019 vivieron en Buenos Aires, un namibio-austríaco él y griega-mexicana ella, y formaron una familia como tantas, de clase media y con dos hijos. Ahora, sabemos que su vida en Buenos Aires no era más que una “leyenda”, como se dice en la jerga de los servicios secretos, construida para recalar, en forma intermitente a partir de 2017 y ya definitiva en enero 2023, sin levantar sospechas en Eslovenia, el destino final de la misión que les habían encomendado. El mundo supo finalmente que eran espías porque el 1 de agosto de 2024, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, los recibió como héroes en Moscú, como parte del que fue el intercambio de espías más importante desde el fin de la Guerra Fría. Alconda Mon tira de la punta de la madeja hasta reconstruir una historia increíble, llena de detalles sobre el funcionamiento de los servicios secretos rusos.Pregunta. ¿Le llamó la atención que en Argentina se supiese tan poco de esta pareja?Respuesta. Me sorprendió que los servicios de Inteligencia estuvieran a ciegas y al mismo tiempo cuán adentro de la Argentina se insertaron. Porque vivieron en el barrio de Belgrano, se compraron un coche, tuvieron dos hijos y los bautizaron, armaron una oficina. Se implantaron por completo, pero empezabas a rascar y todo era una enorme fachada. P. El libro describe cómo esa fachada forma parte de su entrenamiento como espíasR. Hay que hacer una división entre espías legales y espías ilegales. Los legales son los que usan su nombre y apellido y trabajan vinculados a las embajadas. Los ilegales están con otra identidad y otra nacionalidad, por fuera del sistema diplomático. Si son descubiertos y el país que los envía, en este caso Rusia, no los admite, terminan presos donde los atrapen. Ese es el primer eje. El segundo es el proceso de formación, donde les dicen ‘a partir de ahora vas a ser colombiano y tenés que estudiar la historia colombiana, los chistes colombianos, la comida colombiana, los equipos de fútbol colombianos’. Porque si el día de mañana se encuentran con un colombiano no pueden patinar. P. En este caso, ese proceso se hace en RusiaR. Exacto. Una vez entrenados, la siguiente fase es el desembarco en el país anfitrión. Estos espías formados en Moscú llegan a Buenos Aires y empiezan a construir lo que se llama la leyenda, que para nosotros sería la fachada. Esto es, básicamente, ir armando una historia como argentino. Conseguís domicilio en Argentina, diplomas argentinos, residencia, documentos y, al final, pasaportes. Y eventualmente hijos, y no solo por la fachada. Los hijos te dan potencialmente nuevas fuentes y, por último, serán los verdaderos espías. Son hijos de rusos, pero nacidos en Argentina, no tienen ni siquiera acento. La última fase es el país objetivo, que en este caso era un híbrido, porque Eslovenia te permitía libre circulación dentro de Europa. En Eslovenia viven varios años y, por ejemplo, al colegio de sus hijos iban los hijos del presidente del organismo de energía de la Unión Europea. P. Es decir que su operación fue exitosaR. Claro que sí. Formaron fachada en Argentina y espiaron en Argentina, y formaron fachada en Eslovenia y espiaron en Eslovenia. P. ¿Qué espiaron en Argentina?R. Sobre el yacimiento Vaca Muerta. Ellos llevan los chicos a un colegio inglés en Belgrano y forman vínculos con los padres que les interesan. Entre otros, con una mamá que trabaja para una empresa petrolera, otra de una empresa de insumos petroleros y una mamá que trabaja en una gasífera. Las tres, conectadas con Vaca Muerta. No era su misión, pero ofrecen a Moscú los que van a averiguando y desde allí deciden si interesa o no interesa. Portada del nuevo libro. P. ¿No llama la atención la facilidad con la que lograron documentos argentinos?R. No solo eso. Se movieron con cuatro identidades distintas y nunca saltaron las alarmas, no solo en Argentina. No saltaron en Uruguay, Brasil, Colombia y en Europa. Con su tercera identidad, él se saca fotos en Río de Janeiro, va a las cataratas del Iguazú, cruza la Triple Frontera, entra a Argentina y se viene hacia Buenos Aires, cruza a Uruguay, vuelve a Argentina y recorre el interior del país. La mujer reaparece en Santiago de Chile, se encuentra con su marido en Viña del Mar y él vuelve a Buenos Aires y ella a México. P. ¿Todos esos movimientos para qué eran?R. Para ir construyendo y alimentando su fachada. ‘Soy un turista austríaco y estuve de paseo con mi esposa por todos estos sitios”.P. La historia se ve alterada por un hecho en Estados Unidos que los supera…R. Hay una gran redada del FBI que genera en Rusia el temor de que otras identidades de espías estén quemadas. Por eso repatrían a la pareja a Moscú y les dan una nueva identidad. Hay un vacío entre 2009 y 2012. Ese año los vuelven a mandar a Sudamérica.P. Imagino además que son un producto muy caro.R. Carísimo. Son años de capacitación y recursos. En 2012 se mueven entre Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Francia y Turquía con su nueva identidad. El truco es que el pasaporte es auténtico, pero tiene datos falsos. Hasta que no surgen las máquinas biométricas, lo que tienen que verificar en migraciones es si el pasaporte es auténtico. Ahora sería más difícil hacer lo que hicieron.P. ¿Se puede decir entonces que esta es la última gran historia de espías?R. No, de ninguna manera. Los espías rusos están en toda América Latina. No solo estoy seguro, están los datos. Parte de este entramado muestra una fachada brasileña detenida en Noruega, otra fachada española detenida en Polonia, otra en Uruguay y otra en Brasil. P. El libro pone mucha atención en el hecho de que la pareja haya tenido hijos. R. Es que ellos se casaron en Moscú y realmente se querían. Tengo las fotos de ese casamiento en Rusia. Hacen todo el periplo que sabemos, simulan que se conocen aquí y se vuelven a casar en Buenos Aires. Tengo también la convicción de que los hijos fueron producto del amor, por lo que cuentan los médicos que los atendieron y otras muchas evidencias. Todo eso, claro, dentro de un chip propio de espías que están al servicio de la patria y donde el lema es “sin derecho a la gloria, para la gloria de la nación”. Si mis chicos tienen que comerse dos años en un orfanato, lo voy a hacer porque soy parte de un engranaje. Y así lo hicieron. P. ¿Este libro es la reivindicación del periodismo de investigación, ahora que la profesión está tan vapuleada?R. Ojalá, pero creo que estamos tan criticados, denostados y vilipendiados que con esto no alcanza. Nuestro oficio está en un momento muy complicado y nos llevará años, mucho esfuerzo y actos de contrición recuperar algo de nuestra imagen.


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