La palabra “disfrutar” sobresalía tanto en la nota como subrayada estaba la de “pasador” y señalada había quedado también la expresión “no egoísta”, unas apreciaciones poco comunes para un prebenjamín y nada corrientes en los informes de Isidre Gil, escritos siempre con letra diminuta y llenos de puntitos, habitualmente precisos y austeros, propios de un observador humilde y discreto, próximo al campo y alejado de la cámara, fiel discípulo del legendario Oriol Tort que da nombre al centro de formación del FC Barcelona. La mirada de Gil había localizado en La Torreta a un regateador de siete años que en el campo siempre tomaba la mejor decisión y cuyo nombre era Lamine Yamal. El diagnóstico invitaba a una rápida actuación del equipo de técnicos que en 2014 formaban el organigrama del fútbol base del Barça.El coordinador Òscar Hernández se activó rápidamente una vez contrastó el impacto causado por Lamine y mandó un correo urgente a Marc Serra al tiempo que informaba al jefe Albert Puig, sustituido después por Jordi Roura y Aureli Altimira. Hernández advertía sobre la urgencia de formalizar una prueba y el posterior fichaje de aquella promesa nacida en 2007 y que en aquel momento estaba de viaje “al país de origen de sus padres” —Marruecos y Guinea Ecuatorial—, antes de que se oficializara el convenio de colaboración entre el CF La Torreta y el Espanyol, que podía suponer un serio contratiempo para la incorporación de Lamine. El niño se incorporó de inmediato al Barça y aquel documento ha adquirido con el tiempo un valor parecido al de la servilleta que avaló el contrato de Messi en el 2000.El vínculo Messi-Lamine se formalizaría unos años después, en 2008, cuando el argentino ungió al catalán en el calendario solidario del diario Sport. Una foto icónica de Joan Montfort mostraba cómo el argentino bañaba a un bebé de cinco meses nacido en Esplugues de Llobregat, que perdería el miedo en el barrio de Rocafonda de Mataró y mostraría su talento en La Torreta de La Roca del Vallès. La trayectoria de Lamine sería más rápida incluso que la de Messi desde su llegada al Barça en 2014 y especialmente a partir de La Liga Promises disputada en Nueva York en 2019. Los azulgranas derrotaron en la final al Madrid por 6-1. Un triunfo que marcó a una generación desafiante y ambiciosa, la del 2007, con talentos como Lamine, Pau Cubarsí y Marc Bernal, titular con Flick hasta que se lesionó en agosto en Vallecas.Más informaciónLos tres son jugadores muy significativos de la cantera a los que se han unido Marc Casadó, Balde y Fermín (2003); Gavi (2004); Héctor Fort (2006); Eric García (2002); Dani Olmo (1998) o Ansu Fati y Gerard Martín (2002). No hay seguramente un club más preparado y atrevido en la captación y la formación que el Barcelona. Hay niños que llegan a La Masia con 6 o 7 años, se inician en el futbol 7 y debutan en la Liga con 15 y 16. El último ha sido Lamine, la bandera del equipo de Flick junto con Pedri, contratado a los 18 años de la UD Las Palmas después de la mediación del secretario técnico Ramon Planas. Quizá no sea casual que el liderazgo de ambos haya surgido la temporada en la que no ha habido más fichaje que el de Olmo. Los dos participan al fin y al cabo del mismo solfeo futbolístico que se imparte en la Masia.Los ojeadores buscan a jugadores que tengan iniciativa, sepan generar superioridades, se perfilen y giren para ganar espacio y tiempo con un control orientado, mentalmente muy rápidos para que la velocidad de la pelota sea igualmente alta, futbolistas con buen gusto, como quedó escrito en su día en el Área de Metodología del FC Barcelona. El ideólogo fue Cruyff. Hubo un antes y un después de Johan. Aunque la cantera siempre había sido referencial en el club azulgrana, vinculada a equipos como el España Industrial, el Condal o el Barcelona Atlètic y a figuras como Poszony, Llorens, Boter, Tort o Laureano Ruíz, el futbol base no transcendió como fuente de alimentación de la plantilla profesional hasta que Cruyff se sentó en el banquillo del Camp Nou y edificó La Masia futbolística a partir de jugadores como Amor y Milla.Al goteo de tiempos pasados, años de Rexach, Martí Filosia, Pujol y Fusté, o más tarde de Rojo, Clos y Calderé, siguieron épocas en las que la presencia de jugadores de los equipos inferiores era muy notoria como se constató con el dream team o la Quinta de lo Pelat. La cumbre se alcanzó en 2011 cuando el podio del Balón de Oro estuvo formado por Messi, Iniesta y Xavi. El maestro de ceremonias fue Guardiola. Hubo incluso un día, el 25 de noviembre de 2012, en que Tito Vilanova acabó por alinear en el campo del Levante a un equipo con 11 canteranos: Valdés; Montoya, Piqué, Puyol, Alba; Xavi, Busquets, Cesc; Pedro, Messi e Iniesta. La apuesta por La Masia como academia y residencia ha sido más regular y solvente que una política de fichajes estigmatizada por las malas inversiones hechas después de las salidas de Figo o Neymar.El extravío duró hasta que no quedó dinero, Koeman y Xavi apostaron por Pedri y Lamine y Flick creó un equipo que ha ganado la Liga, la Copa, la Supercopa y se ha quedado en las semifinales de la Champions. “Hablamos de una generación con una gran capacidad competitiva a nivel grupal”, argumenta Albert Puig, coordinador del fútbol base azulgrana desde 2010 a 2014. David Fernández, un experimentado scouting que desde hace seis años trabaja para el Bayer Leverkusen, considera que el signo de distinción es “su capacidad para comprender y leer el juego de forma colectiva; anteponen el bien del grupo a su talento individual”, una observación que induce a pensar que su marco de expresión por excelencia es el actual Barça. “Piensan en equipo y tienen una mentalidad ganadora”, remata Fernández.“Son unos desacomplejados que han tirado la puerta del vestuario”, sostiene Miquel Puig, que fue director de La Masia (2021-2023). “Han crecido en un entorno muy profesionalizado y que les ha dado mucha seguridad en el campo, de manera que hoy hacen lo mismo que hace 10 años. Acaso donde encontraron más dificultades ha sido en el mundo exterior y en el manejo de aquellas cosas que estaban fuera de su hábitat natural como por ejemplo son las redes sociales; están más expuestos que las anteriores generaciones”, acaba Puig. Óscar Hernández insiste en la “juventud y el carácter desacomplejado” de una generación nacida en el estadio de Montjuïc. La meta ya no estaba en el Camp Nou como ocurría con los originarios de La Masia de Can Planes (1979) que ha quedado emboscada por las obras del estadio del Barça.“Jugaron sin miedo contra el Madrid después de ser eliminados de la Champions. Olvidan rápido las decepciones, la adversidad si acaso les motiva y están preparados para afrontar los mayores retos”, insiste Hernández. “Los muchachos no sienten la presión”, suscriben desde la Ciudad Deportiva. La mayoría de los técnicos en nómina guarda silencio y defiende el respeto al colectivo que dirige Alexanco. No está bien visto que un entrenador se atribuya ser el padrino de un jugador y menos si es una figura como Lamine. “Funcionan como una familia y se sienten protagonistas en el plató de televisión en que se ha convertido el campo. Ya formados en el juego posicional, se han adaptado al vértigo propuesto por un técnico valiente porque tienen hambre de títulos”, sostiene uno de los entrenadores más veteranos del Barça.Tanta es su voracidad que ya no piensan en el filial, que está en posiciones de descenso, sino que aspiran a subir desde el juvenil, que ha completado una temporada estelar con la conquista de la Youth League. “Viene otra buena generación, hasta el cadete A hay excelentes promesas”, advierten en el Barça “¿Un nuevo Lamine? Nos equivocaríamos tanto como nos equivocamos cuando se quiso buscar a un sustituto de Neymar o Messi. No es la política del fútbol base del Barça”. Ya lo dijo Arteta: “[La Masia] es el entorno más singular que he visto en mi vida; el más competitivo, el más inspirador. Y probablemente el más profesional que vi en cualquier club o academia que replique el ambiente del primer equipo a los 14 o 15 años”. Lamine tiene 17 y disfruta igual que cuando tenía siete en La Torreta o 12 en Nueva York el día del 6-1 al Madrid.
La generación Lamine: el reverdecer de La Masia se explica a través del crecimiento, el éxito y la lectura del fútbol asociativo de un chico de 17 años | Fútbol | Deportes
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