Antes del fallecimiento del papa Francisco, el pasado 21 de abril, apenas circulaban listas de cardenales favoritos a sucederle —los llamados papables—, a diferencia de lo sucedido en los cónclaves de 2005 y 2013. Era una señal de que no había candidatos claros, en un contexto de fuerte división en la Iglesia y de desconocimiento de muchos de los cardenales (133, procedentes de 71 países). Sin embargo, pronto comenzaron a aparecer listas, que cada día se han ido ampliando. Han surgido también dos papables españoles: Cristóbal López, arzobispo de Rabat, y Ángel Fernández, rector de los salesianos.En las listas más manejadas se ven nombres de cardenales que en muchos casos serán más bien, previsiblemente, lo que se llama grandes electores: personalidades respetadas y con influencia que mueven grupos de votos y se convierten en negociadores de cada corriente a la hora de buscar consensos con el resto. Sucede, por ejemplo, en el campo más conservador con Müller, Dolan, Erdö o Sarah. Y, en el frente opuesto, con Hollerich, Semeraro, Filoni, Cupich o Czerny.El gran debate de fondo del cónclave es si se optará por continuar con el camino de apertura y reformas emprendido por Francisco o se cambiará el rumbo. Según las estimaciones de expertos y medios italianos, se estima que en el colegio cardenalicio —que en un 79% ha sido elegido por el propio Francisco (solo 22 purpurados fueron nombrados por Benedicto XVI y cinco por Juan Pablo II)—, la corriente mayoritaria, entre 60 y 80 miembros, es partidaria de seguir en la línea del papa argentino, aunque haciendo algunos retoques. Sin embargo, para obtener la mayoría de dos tercios (89 votos) se deberá buscar un candidato de consenso. Una de las principales preocupaciones en el Vaticano es la búsqueda de la unidad, que se ha desgarrado en varias ocasiones durante estos años. Por eso la lista de favoritos se ha ido depurando hasta concretarse en dos grupos: aquellos que, aunque no ganen la votación, podrán acabar influyendo en los escrutinios si trasladan sus apoyos a otro candidato; y candidatos que, por sus características, podrían ser aceptados por un amplio espectro de cardenales. Al menos ocho nombres se repiten en todas las previsiones de medios italianos e internacionales, y se confirman en las fuentes vaticanas consultadas. Aunque se citan cardenales de varios continentes (Malcom Ranjith, de Sri Lanka; Fridolin Besungu Ambongo, de República Democrática del Congo), lo más llamativo es que casi todos son occidentales. Y hay tres italianos, una tendencia de la tradición que aún resiste.Es la señal más clara de que, pese a ser este el cónclave más internacional, en la nueva legión de desconocidos del colegio cardenalicio por el momento aún no han emergido los nombres que podrían constituir la gran sorpresa. También es posible que sean candidatos muy protegidos, excluidos de las confidencias a la prensa para no quemarlos y jugarlos como carta alternativa en caso de bloqueo durante el cónclave. Los próximos tres días, hasta la entrada en la Capilla Sixtina el próximo miércoles, serán decisivos. Pietro Parolin (Italia), el diplomático de FranciscoPietro Parolin, el 18 de abril en la basílica de San Pedro.Yara Nardi (REUTERS)El hasta ahora secretario de Estado de la Santa Sede, nombrado en 2013 por Francisco y que ha sido su mano derecha durante todo el mandato, es el principal candidato que se ha consolidado en las semanas previas al cónclave. Y por eso se ha convertido en el objetivo a batir. Se presenta como el mejor equilibrio entre bandos, pues ha sido un hombre de Francisco pero no siempre en sintonía con él, y el sector conservador cree que podría reequilibrar los excesos doctrinales y poner orden.Nacido en un pueblo del Véneto hace 70 años y crecido en la escuela diplomática vaticana, tiene fama de discreto, paciente y habilidoso negociador. Fue el equivalente al ministro de Exteriores vaticano en los últimos años de Juan Pablo II, y también con Benedicto XVI, y nuncio en Venezuela. Es una de las personas más adecuadas para el puesto si se piensa en un Papa que deba gestionar un complejo mapa político mundial. Funcionaría tanto hacia afuera como internamente, pues es un gestor eficaz que conoce la Curia y sabría dónde habría que intervenir para corregir disfunciones. La principal objeción contra él, además de que no supone ningún aire aire fresco en un momento de grandes expectativas, es que en su vida ha llevado una parroquia o una diócesis, le falta experiencia pastoral; y, después de un papa entregado a la gente como Francisco, eso parece un volantazo demasiado brusco. El último ejemplo de un Papa diplomático de la Curia fue Pío XII, elegido en 1939, y en Roma muchos piensan que ese tiempo ya ha pasado.Robert Francis Prevost (EE UU), el candidato en ascensoRobert Francis Prevost, en septiembre de 2023 en el Vaticano.Riccardo De Luca (AP)Este cardenal medio estadounidense, medio latino —nació en Chicago, de padres de origen francés y español, y ha pasado 40 años en Perú, donde ha sido obispo—, es probablemente el candidato oculto con más opciones. Está en ascenso en los últimos días, porque no despierta antipatías en ningún sector, no ha dado una sola entrevista y mantiene un perfil muy bajo. De 69 años, carácter tranquilo y humilde, es de los pocos a los que Francisco señaló de alguna manera, al nombrarle por sorpresa en 2023 jefe del potente dicasterio para los obispos, un cargo en el que ha tenido contacto con todos los continentes. Tiene mucha experiencia tanto pastoral como de gobierno, pues ha sido superior de los agustinos, la orden a la que pertenece, y conoce la Curia. El principal obstáculo que encuentra su candidatura es que hay una regla no escrita que impide a los cardenales estadounidenses llegar a ser papas, por proceder del país más poderoso, pero Prevost podría romper ese tabú, porque tiene un perfil más complejo. Es un mediador entre los obispos de EE UU, la Iglesia donde la división ideológica y la polarización es más fuerte. Sería una señal ante la nueva era de Donald Trump y podría hacer regresar las donaciones de Estados Unidos a las maltrechas arcas vaticanas.Matteo Zuppi (Italia), el Bergoglio italianoMatteo Zuppi, el 28 de abril en el Vaticano.FABIO FRUSTACI (EFE)El actual presidente de los obispos italianos, de 69 años, ha sido uno de los italianos más cercanos a Francisco. Tiene un carácter parecido: afable, siempre sonriente, con olor a oveja, como decía el Pontífice, y también es astuto en las situaciones complejas y con olfato político. Es el candidato del sector italiano más progresista, pero también con apoyos en otros países. Combina el haber crecido con los fieles a pie de calle, pues fue párroco durante años en el Trastevere, donde se le veía frecuentemente, con su trabajo en la comunidad de Sant’Egidio, organización con sede en este barrio romano dedicada al diálogo interreligioso y a la mediación en conflictos internacionales. Intervino en los años noventa en la firma de los acuerdos de paz de Mozambique, y en 2023 el Papa lo envió a mediar entre Ucrania y Rusia para negociar, con éxito, en el complicado caso de los 19.000 niños ucranios deportados por Moscú. De hecho, el presidente Volodímir Zelenski se reunió con él cuando fue a Roma al funeral de Francisco. Pese a ser considerado un Bergoglio italiano, puede atraer votos más allá del sector más reformista porque es visto como alguien conciliador y capaz de mediar entre corrientes. Anders Arborelius (Suecia), el favorito conservador más a contracorriente Anders Arborelius, el pasado miércoles en el Vaticano.Gregorio Borgia (AP)El obispo de Estocolmo, de 75 años y con un perfil muy insólito, es el candidato más mencionado en el campo conservador, si bien se trate de una opción muy a contracorriente y que suena improbable. Pero su nombre se repite en los corrillos. En realidad nació en una familia luterana y luego se convirtió al catolicismo con 20 años y entró en los carmelitas descalzos. Se pasó casi 30 años encerrado en un monasterio, estudiando teología e idiomas. Ahora es muy respetado y también conocido en Roma, adonde viaja a menudo porque es miembro de varios dicasterios y por tanto conoce la maquinaria vaticana.Su carácter híbrido, a medio camino entre los bandos del cónclave, se basa en que doctrinalmente se engloba en el área conservadora pero ha trabajado mucho en Estocolmo con comunidades de inmigrantes y desfavorecidos, y en el diálogo interreligioso. Era muy apreciado por Jorge Mario Bergoglio, que de hecho le convirtió en el primer cardenal de Suecia. Ya en 1998 Juan Pablo II le había nombrado primer arzobispo de Estocolmo, con una diócesis que equivale a todo el país, pues los católicos son minoría. Y también lo son en una sociedad muy secularizada. Por eso Arborelius representa el impulso a la evangelización en un terreno difícil, la propia Europa. No obstante, en una entrevista se ha descartado él mismo de la carrera, diciendo que lo normal sería elegir un pontífice de África o Asia. Luis Antonio Tagle (Filipinas), un puente con la Iglesia creciente en AsiaLuis Antonio Tagle, el pasado miércoles en el Vaticano.FABIO FRUSTACI (EFE)El exarzobispo de Manila, 67 años, es uno de los principales candidatos de la facción progresista, aunque fue nombrado cardenal por Benedicto XVI. Además, es el único favorito sólido no occidental. Su trayectoria fue ascendente durante el pontificado de Francisco, con quien exhibió gran sintonía. Ha criticado a menudo el capitalismo y la postura rígida y conservadora de la Iglesia hacia los homosexuales y los divorciados y ha defendido a los migrantes. Aunque también ha rechazado con dureza prácticas como la eutanasia, los anticonceptivos o la ley del aborto en su país.Sus raíces en Filipinas, un país con una excepcional mayoría católica formada por 80 millones de fieles, lo convierten en un puente estratégico para consolidar la expansión de la fe católica en Asia, un continente vital para la Iglesia. Allí es donde más está creciendo el cristianismo y este empuje podría compensar la hemorragia de fieles y vocaciones de otros lugares como Europa o América. Además, su madre es de origen chino, y esto le da un matiz relevante en el complejo acercamiento a Pekín.De orígenes aristocráticos y antepasados españoles, ha pasado también años en Estados Unidos. Conoce bien cómo funciona la Curia, donde aterrizó en 2019 por orden de Francisco, para ponerse al frente de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. También ha sido presidente de Caritas Internationalis, y ahí nace la mayor crítica que se le hace: su gestión fue muy cuestionada, y de hecho el Papa le destituyó con todo su equipo en 2022.Mario Grech (Malta), el obispo mediterráneo que trabaja por una Iglesia sinodalMario Grech, el 24 de abril en el Vaticano.Associated Press/LaPresse (APN)Grech, de 68 años y nacido en Malta, es visto como el gran continuador del legado de Francisco, que lo nombró cardenal y con quien mantuvo un vínculo muy estrecho. Con él se acercó definitivamente al ala reformista, aunque en sus orígenes como sacerdote fue conservador. Como secretario general del Sínodo de los Obispos, está en contacto con todos los purpurados del mundo, por lo que es una cara conocida para los cardenales que votarán en el cónclave y ha tratado de acercar al sector más reformista y al más tradicional de la Iglesia. Durante su etapa como coordinador de este organismo consultor de los papas, la institución se ha abierto a las mujeres y a los laicos. También ha apoyado la inclusión de la comunidad LGTBI.Ha sido el encargado de poner en práctica una de las reformas más importantes del pontificado de Francisco: el intento de arraigar en la Iglesia la sinodalidad, una palabra casi desconocida en el pasado y que busca convertir a la institución en una estructura más horizontal y universal, donde se pueda abrir la toma de decisiones a todos los bautizados. Desde el Sínodo, Grech respaldó y aceleró el debate de los temas más divisivos, como el papel de los laicos, la sexualidad, el acceso de la mujer a los ministerios ordenados e incluso la bendición de parejas del mismo sexo. El problema es que la sinodalidad, tal y como se ha planteado, para los conservadores es un despropósito, pues creen que pretende democratizar la Iglesia, y Grech simboliza todo ese proyecto.Jean-Marc Aveline (Francia), un defensor de los migrantes cercano a FranciscoJean-Marc Aveline, en el centro, el pasado miércoles en la basílica de San Pedro.FABIO FRUSTACI (EFE)El arzobispo de Marsella, de 66 años, nacido en Argelia y con antepasados españoles, por su origen y trayectoria representa un puente entre distintos mundos que puede resultar útil para dar continuidad a dos facetas claves del pontificado de Francisco: la atención a los migrantes y a los más desfavorecidos y el diálogo interreligioso. Fue nombrado cardenal por el Papa argentino, con quien compartía gran afinidad y la idea de que la Iglesia debe ser menos eurocéntrica. Aunque se le considera más moderado, sobre todo en aspectos relacionados con los derechos civiles como el aborto, la eutanasia y los ritos tradicionales católicos.Nombrado por Francisco miembro de los dicasterios para los Obispos y para el Diálogo Interreligioso, cargos que lo llevan frecuentemente a Roma, es también una cara familiar para los purpurados. Sabe moverse en los palacios del poder de la Curia al mismo tiempo que se desempeña en las periferias, con la multicultural Marsella como epicentro. Quienes lo conocen lo definen como cercano y abierto, valiente a la hora de criticar la pederastia en el seno de la Iglesia sin tapujos o de denunciar los daños del narcotráfico en su ciudad, lo que le acarreó incluso un enfrentamiento con el presidente francés Enmanuel Macron. El principal inconveniente que se señala estos días es que no habla bien italiano, y en Roma resulta inconcebible que el Papa, que es el obispo de la ciudad, no lo hable. Sin embargo, fuentes vaticanas indican que en la congregación general de este sábado intervino en un italiano perfecto, lo que ha acallado estos rumores.Pierbattista Pizzaballa (Italia), el patriarca de Jerusalén que lucha por la pazPierbattista Pizzaballa, el viernes en la basílica de San Pedro.Associated Press/LaPresse (APN)Franciscano, es el patriarca latino de Jerusalén, donde ha pasado los últimos treinta años; es decir, es la máxima autoridad católica en Tierra Santa y representante del Papa en esa zona. Destaca por su visión internacional, su defensa de la paz y su labor para fortalecer la presencia católica en Tierra Santa, aunque no se sabe mucho sobre sus posiciones doctrinales. Pero de entrada no desagrada al sector más conservador.Se acercó más al papa Francisco en los últimos tiempos y adquirió cierta notoriedad internacional cuando propuso a Hamás tomarle como rehén en lugar de las más de 250 personas secuestradas durante los ataques del 7 de octubre de 2023. También ha defendido a los palestinos de Gaza, pero al mismo tiempo mantiene una buena relación con las autoridades de Israel y tiene acceso a las altas esferas de la política de este país. Las relaciones bilaterales entre Israel y la Santa Sede atraviesan uno de los momentos más tensos de su historia, por las críticas del papa Francisco a los ataques contra los civiles en Gaza. Pizzaballa podría ayudar a suavizar tensiones. También es un recurso valioso a nivel político para contribuir a resolver el conflicto árabe-israelí.En su contra pesa sobre todo su edad, 60 años. Se le considera muy joven, pues su elección significaría probablemente un papado de dos décadas o más, y tras los 27 años de Juan Pablo II se prefieren pontificados más cortos.
Los ocho papables de un cónclave que busca superar las divisiones internas | Internacional
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