La mirada androcéntrica atraviesa la investigación biomédica de punta a punta: desde el ratón que se escoge para un estudio preclínico —solían seleccionarse machos por defecto— hasta el diagnóstico de un infarto —en las mujeres se detecta más tarde y peor—. La historia de la medicina está repleta de escandalosos ejemplos de este sesgo de género y, aunque ahora se está intentando equilibrar esa balanza, todavía hay grandes desajustes que cristalizan las carencias que arrastra el estudio de la salud de la mujer. El último caso paradigmático es la hemorragia posparto, una emergencia obstétrica que se define como una pérdida de sangre excesiva tras dar a luz (más de 500 mililitros): un estudio publicado este miércoles en la revista The Lancet Obstetrics, Gynaecology, & Women’s Health alerta de que la prevalencia de sangrados de estas características podría ser tres veces mayor de lo que se pensaba hasta ahora.La clave de esta grieta entre las estimaciones y los casos reales que se producen está relacionada con el método de detección: históricamente, la forma de reportar estas hemorragias era a partir de estimaciones visuales. Esto es, tras la observación de las manchas en las sábanas y de las compresas impregnadas de sangre, por ejemplo. Según esta fórmula de diagnóstico, la prevalencia de este tipo de emergencias obstétricas era del 4%. Sin embargo, el nuevo metaanálisis señala que, cuando la detección se hace con herramientas más precisas, como paños calibrados especiales que recogen y miden la sangre, la cifra asciende al 13% de mujeres que dieron a luz por vía vaginal. Las hemorragias posparto son una de las principales causas de muerte materna: 70.000 mujeres fallecen cada año en el mundo por este motivo. Explica Adam Devall, autor del estudio, que tras un parto se espera “un sangrado leve”, no una hemorragia. Este cuadro se produce cuando la pérdida de sangre es de más de 300 mililitros y hay signos de que el corazón no bombea bien la sangre o cuando el sangrado es de más de 500 mililitros, independientemente de si hay o no señales anormales en el flujo y la presión de la sangre. Se trata, en cualquiera de los casos, de un problema grave, abunda Devall en una respuesta por correo electrónico: “La hemorragia posparto sigue siendo una causa frecuente de muerte materna en todo el mundo y puede causar complicaciones graves, como anemia, necesidad de transfusión, cirugía o disfunción orgánica”.Es la complicación más peligrosa durante el parto, pero la comunidad científica no sabe con certeza cuántas veces ocurre. Los estudios sobre la prevalencia de la hemorragia posparto son dispares e inconsistentes, tanto como sus métodos de detección; y los expertos no tienen una fotografía nítida de la dimensión de este fenómeno. Métodos de detección imprecisosLa sospecha es que se están subestimando los casos, sobre todo, por los métodos de detección que se emplean, basados en la observación subjetiva. Devall explica que este sistema “es el que suelen hacer la mayoría de los médicos”: “Es rápido, pero impreciso y se ha demostrado que pasa por alto muchos casos”. En su revisión y metaanálisis de más de 80 estudios, los investigadores descubrieron que cuando se emplean métodos de medición objetiva —hay disponibles herramientas gravimétricas (pesar compresas empapadas y restar el peso seco, por ejemplo) y volumétricas (cuencos o recipientes)—, la hemorragia posparto resulta ser mucho más prevalente de lo que se pensaba. Los autores aseguran en su estudio que los métodos subjetivos de evaluación “son inexactos y pasan por alto hasta la mitad de los casos de hemorragia posparto”.Devall asume que detrás de esta falta de rigor en la detección de la hemorragia posparto hay una combinación de factores. Por un lado, dice, están las variables “prácticas y logísticas”, pues recurrir a los métodos objetivos descritos implica un mayor coste y cambios en los flujos de trabajo para poder hacerlos, por no hablar de que en las cesáreas esta cuantificación objetiva es “técnicamente más difícil” porque es más posible que se mezclen líquidos, por ejemplo. Por otra parte, abunda, también influye “la práctica histórica y la inercia”: “La estimación visual es una práctica de larga data en la atención materna; cambiar la práctica habitual requiere formación, suministros y apoyo del sistema”, explica.Otra variable importante es el impacto de la investigación, pues como había menos estudios a gran escala que usaran métodos objetivos, “hasta hace poco la literatura reforzaba el enfoque subjetivo”, reconoce. Consecuencias del infradiagnósticoCon todo, avisa: “Persistir en este método de diagnóstico inexacto resultará en desventaja y riesgo para las mujeres que dan a luz. Se deben poner a disposición de todas las mujeres en el parto métodos objetivos de evaluación de la pérdida de sangre”. Y recuerda que “existen métodos objetivos, están validados y son factibles”. “La barrera reside en su implementación a gran escala, más que en la falta de un método”.Toni Payà, jefe de Ginecología y Obstetricia del Hospital del Mar de Barcelona, asegura que hace tiempo que se viene hablando de este tema en la comunidad científica. De hecho, él mismo participó en un estudio hace 15 años sobre el tema y admite que, en plena explosión de la medicina de precisión, estos sistemas de medición subjetiva para la hemorragia posparto son “anacrónicos”. Pero no cree que el foco tenga que estar solo en cambiar el método diagnóstico: “Es muy difícil objetivar la pérdida porque puede haber cosas mezcladas, como el líquido amniótico. Disponer de herramientas objetivas lo suficientemente sensibles y eficaces es muy difícil. Lo que hay que hacer desde el principio es poner medidas para que no haya pérdidas de sangre”. El infradiagnóstico, en cualquier caso, tiene consecuencias directas en la salud materna. “La hemorragia posparto no detectada implica un retraso o la ausencia de tratamiento, lo que aumenta el riesgo de morbilidad grave y muerte”, abunda Devall. Y añade también que, a nivel poblacional, una subestimación de los casos “conduce a servicios con recursos insuficientes (menos suministros, menos sangre disponible, menor capacidad de la UCI, menor capacitación), especialmente en países de ingresos bajos y medios, donde la mortalidad es más alta”. Devall no descarta que haya otras afecciones donde el sesgo de medición puede ser un problema. “Cuando una afección común en mujeres se diagnostica mediante métodos imprecisos y subjetivos, su verdadera carga puede quedar oculta”, admite.A la medicina le queda todavía mucho camino para atajar los agravios en torno a la salud de la mujer, coincide Payà. Y pone un ejemplo: “La torsión ovárica: es una urgencia, pero se minimiza más que una torsión testicular, por ejemplo”.

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