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Un abogado mixteco en la cumbre de la Suprema Corte: las tres vidas de Hugo Aguilar

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La primera vez que Tomás López escuchó el nombre era casi un niño. Un abogado había llegado a su comunidad, Santiago Nuyoo, en la región mixteca de Oaxaca, para apoyarlos en los conflictos por la tierra: era Hugo Aguilar. Así lo conocieron también Joaquín Galván y Yásnaya Aguilar en San Pedro y San Pablo Ayutla. En 1997 ayudó a defender allí a dos maestros perseguidos, asesoraba en conflictos agrarios, salía en defensa de los comuneros. “Fue muy efectivo. Hay un antes y después de él”, apunta Galván, “es uno de los abogados indígenas más brillantes que hemos tenido. Lo he admirado desde niño”. Ahora ese litigante mixteco, de San Agustín Tlacotepec, va a llegar a la cumbre de una de las instituciones más exclusivas de México: la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Empieza la tercera vida de Hugo Aguilar. El conteo del Instituto Nacional Electoral (INE), con el 99% de las actas escrutadas, arroja que seis millones de personas votaron por Hugo Aguilar el 1 de junio. Nadie recibió más apoyos que el candidato número 34 para la Suprema Corte en esta inédita elección judicial. Las reglas electorales lo convierten a él en el próximo presidente del máximo tribunal del país. Solo hubo otro titular indígena antes en la Suprema Corte, Benito Juárez. Han tenido que pasar 168 años para este reencuentro. Aguilar, de 52 años, no ha salido todavía a proclamarse ganador, pero ha confesado en una entrevista estar “impresionado”, “contento, muy contento”, solo de ser integrante de la Corte: “Es una etapa inédita, inimaginable para mí en lo personal y para las comunidades indígenas y afromexicanas en general”. Acostumbrado a tener un perfil bajo y operar tras bambalinas, serio e intelectual, gran litigante, claro y disciplinado, con un historial de lucha social y también de polémicas en el Gobierno, este 1 de septiembre, Hugo Aguilar superará su propio lema de campaña: “Un ministro indígena en la Suprema Corte de Justicia de la Nación”.La primera: los movimientos indígenasDesde niño, Hugo Aguilar aprendió a cultivar la tierra. Ha contado que creció con la “guía” de su padre y el “cariño a la naturaleza” que le inculcó su madre; que se hizo abogado al darse cuenta de su identidad y de las exclusiones que traía ser mixteco. Se mudó a la capital de Oaxaca, a cuatro horas de su casa, para estudiar Derecho en la Universidad Autónoma Benito Juárez. Ahí empezó una maestría en Derecho Constitucional, de la que todavía no se ha titulado.En los 90, con poco más de 20 años, se colocó en la primera fila de la defensa de los movimientos indígenas. Experto en derecho agrario y en derecho indígena, se incorporó a la organización Servicios para el Pueblo Mixe, muy reconocida en el Estado, que estaba encabezada por el intelectual Floriberto Díaz. “Hugo Aguilar es un excelente abogado, muy inteligente, muy cercano, con una manera muy clara de explicar el derecho y los procesos legales”, señala a EL PAÍS la escritora y lingüista mixe Yásnaya Aguilar. “Es muy responsable, con un perfil más jurista que político, un estudioso, y sobre todo, muy comprometido con los derechos humanos”, dice el abogado mixteco Tomás López. “Ahí comenzó una historia importante: una nueva etapa de derecho indígena en Oaxaca”, apunta Joaquín Galván, defensor mixe de los derechos humanos. Es entonces cuando la organización SER Mixe recibió la invitación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) para unirse a su cuerpo de asesores. Floriberto no pudo ir por una enfermedad y encomendó en su lugar a dos jóvenes abogados: Adelfo Regino y Hugo Aguilar. “Estuvimos acudiendo en nombre de la organización, participamos en los diálogos [de San Marcos] y en la construcción de la propuesta”, ha contado el propio Aguilar. Algunos de los referentes en el estudio del EZLN, como Luis Hernández, ha rechazado que el abogado estuviera invitado, aunque sí recuerda a Regino. “Donde iba uno, iba el otro”, apunta Galván, “Hugo Aguilar empieza como el cerebro de Adelfo Regino, era su mano derecha, el mejor amigo y el más íntimo colaborador”. Es por lealtad a Regino, cree el defensor, que el litigante mixteco cambia de vida unos años más tarde: “Sale de la lucha social para irse a la búsqueda de cargos públicos. Ellos fueron intelectualmente muy importantes dentro de la lucha, pero cuando empezaron a operar para los intereses del Estado hubo un punto de no reconciliación”. Yásnaya Aguilar apunta: “Decidieron apoyar abiertamente la candidatura de Gabino Cue [gobernador de Oaxaca de 2010 a 2016] y ahí se creó un cisma, no solo con ellos, sino con el movimiento indígena. Se les acusó de haber traicionado al movimiento”. La segunda: el GobiernoLa entrada en el aparato del Estado llevó a Hugo Aguilar a ser subsecretario de Derechos Indígenas de Oaxaca en 2011, como número dos de Adelfo Regino. Lo dejaría el 2016, en rechazo a la brutal represión de las fuerzas policiales contra los maestros de Nochixtlán. Ese año entró en la dirección de Sistemas Normativos del Instituto Electoral local hasta que en 2018, el huracán de Andrés Manuel López Obrador llegó a Palacio Nacional. Regino es nombrado director del INPI, el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, y Aguilar, de vuelta a su vera, de vuelta a su sombra, el coordinador de Derechos Indígenas. Su época en el Gobierno federal ha estado llena de aristas. Por un lado, Aguilar es el artífice intelectual de la reforma al segundo artículo de la Constitución, aunque también criticada, con ella se buscaba proteger a las comunidades indígenas como sujeto político. Por otro, es el cerebro detrás las polémicas consultas para los megaproyectos de López Obrador, como el Tren Maya o el Corredor Interocéanico. Estos procesos, plagados de irregularidades y trampas, buscaban “demostrar” que las comunidades indígenas estaban de acuerdo con las obras que rasgaban su territorio. “Creo que es ahí cuando vemos a un Hugo Aguilar muy astuto, muy brillante, pero que se vuelve instrumentalizado por parte de la federación, para poder legitimar proyectos que confrontan la lucha indígena”, apunta Joaquín Galván. Las contradicciones siguen. Desde el INPI, Aguilar es quien acompaña a la comunidad de Tecoltemi, en Puebla, en su lucha contra una minera. El caso llega a la Suprema Corte, quien revoca la concesión a la empresa por no haber respetado el derecho a la consulta. Pero es ese mismo INPI, el que no responde a tiempo a las denuncias de la abogada oaxaqueña Sandra Domínguez, cuando ella desvela los grupos de WhatsApp en los que funcionarios de ese instituto y también del Gobierno de Salomón Jara comparten fotos de mujeres desnudas sin su consentimiento. Galván, muy amigo de la activista, recuerda que el equipo jurídico del INPI le ofreció un cheque en blanco a cambio de que cesara la denuncia. Ella no aceptó. Este abril encontraron su cuerpo en una fosa, después de seis meses de búsqueda. “Hugo Aguilar no es quien le ofreció el cheque, pero también operaba dentro de esta realidad de denuncias, acoso y cosificación”, considera Joaquín Galván, “este cerebro, jurídicamente impresionante, ha servido también para operar dentro de los mismos vicios de las instituciones. Ahora se abre una nueva etapa de él, como ministro de la Corte, ahí veremos qué le dejaron estas dos escuelas”.


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