Cuando Vanessa Montfort (Barcelona, 49 años) rastrea historias, saca petróleo para la ficción. Así ocurrió con María Lejárraga, a quien ayudó a salir de su injusticia histórica como autora oculta en Firmado Lejárraga y La mujer sin nombre o ahora con La Toffana, una novela por la que ha conseguido el Premio Primavera de Novela y que cuenta la historia de la virgen negra, una mujer que en la Roma barroca ayudaba a otras a librarse de ciertas cargas… Dramaturga, novelista y ensayista, Montfort, autora de éxitos como La hermandad de las malas hijas o Mujeres que compran flores anda ahora dando vueltas a una versión de un clásico distópico como La guerra de los mundos, de H. G. Wells y la locura que un día colapsó Estados Unidos con aquel cuento adaptado a la radio por un brujo que se llamaba Orson Welles.Pregunta. Ya que está haciendo una adaptación de La guerra de los mundos para el teatro, ¿no le parece que con lo que vivimos ahora hay alguien por detrás que no deja de gastarnos bromas macabras?Respuesta. Pues, sí. Cuando leí lo del kit de supervivencia, lo primero que me vino a la mente fue La guerra de los mundos. Alguien está metiéndonos miedo para que demos el sí y nuestros impuestos vayan, por ejemplo, a Defensa. Bueno, vale, esto es algo muy antiguo. Ha funcionado en Estados Unidos, pero no sé si en Europa ocurrirá igual.P. Se ha ido a Italia en busca de la Taffana, ¿quién era?R. Pues una perfumera, química y empresaria de éxito.La escritora Vanessa Montfort.Santi BurgosP. Con esas cualidades, ¿por qué la conocían como la virgen negra?R. Bueno, fue un apodo porque ayudaba a las mujeres romanas en los más variados asuntos domésticos, como, por ejemplo, matar maridos. Sobre todo, en una época en la que estaba permitido legalmente matar a la mujer.P. Y ellas acudieron al mercado negro…R. Era el último recurso, antes las ayudaba con fórmulas de fertilidad, abortivas o para controlar la natalidad. La mujer iba buscando remedios y esta encontró una fórmula magistral, inspirándose en su madre, que ya mató a su marido, para envenenar sin dejar rastro.P. ¿Conoce alguien esa fórmula?R. No, y mejor que no se entere Putin.P. ¿Se la llevó la Toffana a la tumba?R. Se la llevó a la tumba, pero el nombre de la pócima adquirió estatus de genérico hasta tal punto que Mozart, cuando iba a morir, aseguraba que le habían suministrado un agua tofana.P. ¿Qué fundamentos de química tenía usted antes de meterse con esta obra?R. ¿Yo? Ninguno. Pero me he asesorado por medio de Elena Isla, una química que es un talento. Me ha ayudado muchísimo porque es la época en que pasamos la frontera de la alquimia a la química.La escritora, en su casa de Madrid.Santi BurgosP. Y ahora, ¿vamos al revés? ¿De la química a la alquimia?R. Sí, exacto. A la brujería. Estamos en plena regresión. Entonces también, con el papado de Alejandro VII se produce un retroceso, sobre todo para las mujeres. Aquellas mujeres se ven obligadas a actuar, en el caso de la Toffana, siciliana, se infiltra en Roma y nadie conoce su identidad, pero lo que crea es una red y una mafia de la que ella se convierte en la madrina.P. Como escritora, cuanto menos se supiera de ella, ¿mejor?R. Claro, he tenido que trabajar mucho el contexto, pero esas zonas oscuras son las que se llenan con imaginación. Me interesaba su perfil sociópata, pero era toda una justiciera con su propio código moral.P. ¿En qué consistía?R. Ella decidía finalmente, en virtud de los argumentos que le dieran las mujeres, quién debía morir, y entonces suministraba el veneno en los confesionarios con frasquitos de agua bendita de San Nicolás. Dictaba sentencia.P. Cuando alguien se encuentra con una historia así, tan jugosa y poco conocida, ¿le tiembla el cuerpo si decide meterse para no pifiarla?R. Sobre todo cuando encuentras ciertos documentos, como las actas del juicio. Ahí me puso a llorar, directamente. A mí me cuesta saber cuándo detenerme a la hora de documentarme, pero llega un momento en que debes parar y ponerte a escribir, eso me resulta más fácil.P. A otro de sus personajes históricos, como María Lejárraga, ¿cómo llegó?R. Por casualidad, también. Me llamó Ernesto Caballero, entonces director del Centro Dramático Nacional, para proponerme que me encargara de hacer algo con ella por su doble faceta de escritora y dramaturga.P. Con ella se cometió una larguísima injusticia al no reconocer su obra, que firmaba Gregorio Martínez Sierra, su marido.R. Es uno de los grandes fraudes de la literatura española. Me alegro de que haya sido un proyecto de largo recorrido: la obra se convirtió en novela, después se ha hecho una gran exposición en la Biblioteca Nacional y un documental de Laura Hojman, me llaman de varias cátedras en el extranjero interesadas por su figura, en fin, ha calado esa onda expansiva, que empezó ya antes de lo nuestro a nivel académico con Patricia O’Connor.P. ¿Misión cumplida?R. Yo no sé qué más hacerle, aparte de una estatua.P. Novelista, dramaturga, ensayista, ¿cada historia tiene su propia forma de ser contada?R. Es una pregunta que me hago siempre. Y muchas veces he cambiado de género en mitad de un proyecto. Para Mujeres que compran flores empecé con una obra de teatro y se convirtió en novela, se me quedaba demasiado corta y escuchaba voces que me lo indicaban desde el fondo de la tierra.P. Triunfó antes como dramaturga fuera de España que en su tierra, ¿mejor así?R. No fue un camino elegido, le ocurrió a toda una generación de dramaturgos. Nos hemos tenido que buscar la vida con proyectos y becas internacionales porque en España, en ese momento, se confiaba más en autores extranjeros, salvo casos como el de Jordi Galcerán, por ejemplo, que triunfó con El método Grönholm.P. Ahora el panorama ha cambiado, ¿vivimos otro siglo de oro de autores teatrales?R. Estamos en un muy buen momento. Dramaturgos extranjeros de referencia me dicen eso desde hace 20 años: en España vivís una nueva edad dorada y los únicos que no os habéis enterado sois vosotros. Esta nueva generación es increíble. Hay un gusto, una variedad y un conocimiento del medio alucinante. Esperemos que ese oro no se funda. Hay que confiar en ellos, estrenarlos y apoyarlos.
Vanessa Montfort, escritora: “La Toffana ayudaba a las romanas en los más variados asuntos domésticos, por ejemplo, matar maridos” | Cultura
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